Por Rodrigo Huerta
Pegueros*
Tras
la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de negar al periódico La Jornada su demanda de sancionar a la
revista Letras Libres por el escrito
de uno de sus colaboradores en donde se difamaba y calumniaba al diario, ahora
todos los colaboradores de un medio impreso podemos decir lo que se nos ocurra
contra otro medio de comunicación sin tener que probar nada ni aclarar nada.
A
lo más que se puede aspirar en estos casos es que, quien se siente agraviado
pueda tener asegurado en el mismo medio un espacio para dejar aclarada la
mención que se hizo en su contra.
La
Suprema Corte de Justicia de la Nación, en este caso específico, no quiso
entrar en cuestiones profundas sobre la ética ni la libertad de expresión y sus
límites y se ubicó en un terreno neutral frente a estos dos medios de
comunicación encontrados y dictó un veredicto por demás ambiguo e inentendible.
O
sea, los ministros de la corte se lavaron las manos, aunque habría que decir
que el único que se pronunció en contra de dicha resolución fue el ministro y
ex presidente de la corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia.
No
ha sido ni será nunca menor e irrelevante dicha decisión de la corte, pues los
medios de comunicación valen, si es que se le puede poner el adjetivo, por lo
que son, por su carácter, por su línea editorial, por su comportamiento ante y
frente a la sociedad y los poderes legítimos y fácticos. Es por ello, que la
decisión de no sancionar a quien agrede, veja, difama, denigra o cuando menos
confunden a la opinión pública sobre actos o acciones de un medio, debería de
pagar por el abuso que hace de su libre expresión. Esto no quiere decir que se
le agreda por ejercerla sino porque se extralimitó, lo cual no es ni fue de
importancia alguna para la mayoría de los ministros de la suprema corte,
quienes sin más ni más, avalaron lo que dijeron en Letras Libres sobre el diario La
Jornada.
Lo
fácil del ministro ponente fue el decir que como se dijeron de cosas dos
medios, ellos, como pares, pueden
resolver el entuerto y no tienen porqué tener como mediador a un juez. Esto,
quizá pueda parecer correcto, pero no lo es, por la simple razón de que el
conflicto no terminaría nunca, sobe todo cuando no hay un árbitro que pueda
poner fin a la disputa. Y otra vez surge en este lío, lo que es nada mas y nada
menos que la ética periodística y la
deontología. No son cosas menores, aunque así lo quisieron hacer aparentar
los ministros.
Mientras
no se tutelen estos valores que son importantísimos en democracia, no vamos a
lograr tener una sociedad que pueda transitar hacia mejores estadios sociales,
políticos, académicos, culturales, etc.
Y
como bien se tituló en el diario La
Jornada la decisión de la Suprema Corte de exonerar de cualquier delito de
difamación a la revista Letras libres,
pues ahora si con todo y el aval de la Corte mexicana predominará—cuando menos
entre los medios—la ley de la selva.
¡Vaya Justicia que se imparte en México!
Periodista y Analista
Político*
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