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El debate por Octavio Augusto Navarrete Gorjón

El debate que se llevó a cabo entre los candidatos presidenciales no conmovió a nadie. Los presidenciables se presentaron como niños que pueden más o menos hacer la tarea, pero no tuvieron la brillantez que el momento requería. La culpa es en gran parte por un formato rígido, contestando preguntas al azar elaboradas en forma tal vez académica.

Aunque las encuestas de salida califican mejor a Vázquez Mota y a López Obrador, seguidos de Peña Nieto y Quadri, creo que no hubo ganadores; Josefina lanzó metralla fuerte contra Peña Nieto, igual que López Obrador, pero el Golden Boy pudo eludir los golpes con discreción y sin emplearse a fondo. Si algo comprobó el debate es que Peña puede hilar más de una frase sin decir tonterías; aunque quedan para la historia sus dos enormes gazapos: "Quiero ser CLARA en esto" dijo y "ustedes también son corruptos" (a confesión de parte relevo de pruebas).

El debate sólo fue seguido por los partidarios de cada candidato; cada quien puede creer que ganó su opción política. Una lectura más atenta podría magnificar lo que aparece en un primer acercamiento como diferencias sutiles. Por ejemplo, López Obrador se presentó como muy doctrinario, cierto; pero fue el único de los candidatos que pronunció las palabras que pueden levantar la voluntad de la gente: dijo "honestidad", dijo "sentimientos", dijo "patria". Esos vocablos estuvieron ausentes en los otros presidenciables. Como si la política fuera un juego frívolo, cuestión de sacar una tarjetita y ver si alguno tiene la respuesta correcta. Tal vez el recuerdo del dictador Santa Anna sea exagerado en estos tiempos, pero el tabasqueño demostró que sus propuestas no son ocurrencias, que están ancladas en la historia de la nación. Y nadie puede negar la vigencia de la tesis del gran Morelos, que también pronunció: "debemos moderar la opulencia y la indigencia".

Josefina Vázquez Mota iba bien armada al debate, respondió bien las preguntas y se lanzó fuerte contra Peña, sin embargo no le ayuda su voz monótona y de letanía. A Gabriel Quadri nadie lo tomó en cuenta, tal vez porque todo mundo sabe que es sólo el guiñol de Elba Esther Gordillo. Por eso es chocante e hipócrita su prédica contra los políticos. Hace el ridículo cuando se lanza contra ellos autonombrándose como el único ciudadano de los que ahí estaban. Alguien debió haberle recordado que él es la propuesta presidencial de la política más corrupta y perversa de la patria; de la gran culpable del atraso educativo de que tanto se queja Quadri.

Los debates son buenos y es preciso seguir promoviéndolos. En el de ahora los candidatos aparecieron como son: Peña Nieto, vestido y actuando como para una telenovela, Vázquez Mota en el papel enjundioso que ha tenido a lo largo de la campaña, López Obrador doctrinario como siempre, tratando de que la gente recuerde que la política no sólo es imagen, sino también congruencia política e histórica y Gabriel Quadri, un académico que por respeto a los votantes debería decirnos quien es su apoyadora principal.


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