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¿Tenemos el gobierno que merecemos?


¿Hay un “excepcionalismo mexicano”?
consideraciones críticas sobre la cultura cívica nacional*

LA ALTERNANCIA no ha conducido hasta ahora a la instauración de un régimen plenamente democrático; en materia de democracia todo está por hacerse y eso no puede atribuirse únicamente a una clase política que está más bien compuesta por cínicos y sinvergüenzas, sino también a la limitada participación social.
Hay aún una fuerte presencia de elementos culturales del viejo régimen que no sólo permean en la clase política sino también en la sociedad misma y forma parte de nuestra cultura, lo que da cobijo a la impunidad, la discrecionalidad y los abusos de poder.
En ese sentido, los valores comunes de la democracia como la tolerancia, el imperio de la ley, el pluralismo, el diálogo y el respeto, entre otros, difícilmente podrán asentarse en nuestra cultura nacional, por lo cual es necesario repensar la democracia mexicana, sobre todo porque sus elementos difícilmente pueden compararse con los de otras democracias, y es por ello que se habla de un “excepcionalismo mexicano”, en analogía al excepcionalismo americano.

No es fácil contestar la pregunta de si tenemos el gobierno que merecemos pues tiene al menos dos respuestas: Que si pero eso implica reconocernos como un pueblo pasivo, despreocupado o bien que no lo merecemos pero lo aguantamos porque nos es impuesto por la clase política actual.

Por eso la cuestión de índole básicamente cultural, porque se trata de cambiar a las instituciones pero eso no basta, se debe actuar, sobre todo porque sea como sea tenemos un gobierno que no avanza por su gusto hacia la construcción de mejores estadios de vida, ni de espacios democráticos, pero de manera intuitiva nos damos cuenta que no es el mejor tipo de gobierno, que es el menos peor, y como pueblo esperamos a un líder que nos lleve al cambio, o sea no asumimos que es nuestra responsabilidad, sino que buscamos en alguien las cualidades que nosotros no nos atrevemos a tener y en esa espera se puede llegar a una regresión al apostar nuestra esperanza en seres mesiánicos como Andrés Manuel López Obrador.

¿Porqué los mexicanos no nos atrevemos a dar forma organizada a nuestra intuición de la necesidad de construir mejores espacios democráticos? Por una cuestión de cultura: tenemos miedo a la guerra porque no hemos olvidado nuestros muertos ni la brutalidad de la represión, desde la revolución mexicana hasta el movimiento guerrillero de los 70s pasando por las masacres de Tlatelolco y del 10 de junio en San Cosme, por ello preferimos convivir con los gobiernos transas, donde la impunidad existe, la corrupción es tremenda; incluso nos molestamos cuando un gobierno no pacta con estratos como el narco, para vivir en paz. Eso nos hace darnos cuenta que aún llevamos dentro un dinosaurio priista, el priista que todos somos secretamente.
 A ello se debe agregar la desconfianza construida por la propia clase política que nos ha alejado de las cuestiones políticas y que por eso las mediciones, como la hecha por el latinobarómetro, que aunque sabemos de la importancia de organizarnos, en la práctica prefiramos agruparnos en religiones que en organizaciones civiles para enfrentar nuestros problemas.

Todo esto ocurre en un país que se supone comenzó a transitar por la democracia desde 1997 y que entró en la alternancia de partido en el año 2000, gracias a la participación de la sociedad y no gracias a algún pacto de las elites políticas, lo que demuestra que si hay una parte de nuestra sociedad dispuesta a luchar por dar contenido en las calles a la democracia, que ha entendido que la democracia no es sólo un concepto o un conjunto de instituciones y leyes inamovibles sino que se construye en la constante revisión por parte del pueblo.

Pese a que existe ese concepto, eso no se ha traducido aún en acciones concretas y organizadas e incluso, los spots que está lanzando el IFE sobre los valores de la democracia están destinados al fracaso debido a que  la gente no percibe en la realidad algo con lo cual los pueda aterrizar.

Ante eso, hoy en México se vive una disyuntiva en donde lo logrado se puede evaporar frente a los embates más reaccionarios y las inercias autoritarias o bien puede conducir a realinear a los actores políticos en la dirección del cambio democrático.

Ello requiere como se dijo atrás de repensar nuestra democracia, sus leyes y sus instituciones pues las que se han mantenido hasta hoy ya no sirven para digerir la pluralidad política y social y cultural y distinguen ya irreversiblemente a la sociedad mexicana y que cada vez demanda más avances en esos terrenos.

Tales aspiraciones sólo pueden concretarse, para eliminar los riesgos de una involución, en una reforma de estado profunda y real, partiendo de que no sólo hay derruir las viejas estructuras, sino construir las nuevas y que no sólo se deben sustituir las instituciones sino también las prácticas políticas.

Eso implica que entendamos que necesitamos una sociedad civil fuerte en contraposición a la sociedad política que persigue sólo sus fines.






RESUMEN libro escrito por el politólogo CESAR CANSINO
Elaborado para el IIEPA-IMA-UAG, por JULIO ZENON FLORES

 trasfondoinf@hotmail.com

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