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El voto, el discurso, la esperanza Octavio Augusto Navarrete Gorjón


Zapata 21
·     El voto, el discurso, la esperanza
  Octavio Augusto Navarrete Gorjón

                               I

  El cierre de campaña en Acapulco de Andrés Manuel López Obrador trajo sorpresas.  Para empezar no fueron las multitudes de antaño; hubo mucha gente pero no llegó la apoteosis.  Tal vez haya sido el cansancio; la gente (una tercera parte de la que llegó, los otros dos tercios se retiraron antes) esperó seis largas horas a que llegaran el candidato presidencial y sus líderes. 
   Llegaron a pleno sol AMLO, Ríos Píter y Luis Walton.  El mitin se inició rápidamente; la gente ya acusaba mucho cansancio y sólo aguantaron los amlistas de hueso duro. 
   Comenzó Ríos Píter, que iba a pronunciar lo que sería el discurso oficial después del de López Obrador (se enteró unas horas antes, apenas tenía tiempo de preparar algo.  El mismo candidato se lo comunicó: “te pido seas el orador principal”.  De este hecho hay que buscar interpretaciones: ¿El gobernador declinó el micrófono? ¿El candidato quiso tomar distancia y rescatar al gatito, digo, al jaguar, del desdén en que se le tiene?).  Regresemos al asunto central; el candidato a senador tuvo miedo escénico y prefirió dar la bienvenida al candidato.  Quiso comenzar con acartonamiento pueblerino: “Es para mí un altísimo honor”, pero miró las caras de angustia del público que pensaba: “este cabrón se volvió loco por el calor, va a recitar banderita, banderita, banderita tricolor”.  Afortunadamente se dio cuenta del error, corrigió y pronunció un discurso propio para el acto; es decir, porras disfrazadas de frases que no lograron encender al público.  Frases, frases, frases; ninguna duradera, memorable o de relajo.  ¡Cómo le hace falta a la izquierda un toro sin tuercas! o algún buen orador desmadroso que en el éxtasis grite: ¡Aquí está mi Galilea! mientras le mira las nalgotas a una negra de costa chica.

                                       II

   Siguió el turno de Luís Walton, político con estatura propia y candidato a la alcaldía a quién Ríos Píter no se tomó la molestia de mencionar.  Estuvo mejor, porque a Walton también lo dominó el miedo escénico; se achicó ante la estatura de López Obrador y envió un mensaje triste, desvalido y repetitivo. 
  Cuatro veces pronunció la frase: “señor licenciado López Obrador”, como queriendo poner una barda frente al candidato presidencial.  Actitud inexplicable; si hay algún político guerrerense cercano al tabasqueño es precisamente Luis Walton; es conocida la cercanía fomentada por la lealtad mutua, el apoyo del acapulqueño al presidente legítimo en momentos muy difíciles y el trato familiar entre ambos; a Walton el tabasqueño le dice Luis y el candidato para el acapulqueño es simplemente Andrés.
   Después de decir otras cinco veces que López Obrador sería el ganador de la contienda presidencial (dio una cifra para Guerrero: setenta por ciento; buen cálculo Luis) el candidato a alcalde pronunció su mensaje central: “Usted será el futuro presidente de México; se lo dice el futuro presidente de Acapulco” (aquí el público clamaba por entrar al túnel del tiempo y seguir el hilo conductor de un futurismo de locura).  “Para llegar a la presidencia de la república usted contará con los guerrerenses, pero queremos que cuando sea presidente se acuerde de nosotros y también nos ayude; Guerrero y Acapulco necesitarán de su ayuda y sabemos que no nos fallará, como nosotros tampoco le fallaremos”.
   Primero Luis Walton se metió al túnel del tiempo y de allí salió para instalarse en una especie de limbo oratorio que tendía una distancia innecesaria (por demasiado respetuosa) entre un candidato presidencial que lo tiene en gran estima y el alcalde que será de Acapulco terminó naufragando en una petición fantasmagórica: “Queremos contar con usted, que nos ayude”. 
   Todos los que allí estábamos sabíamos perfectamente a qué se refería Walton; al rescate financiero del municipio, que tiene una deuda que el próximo alcalde y muchos ciudadanos creen que es impagable.  Pero en ese caso ¿Por qué no mencionar las cosas por su nombre? ¿Por qué no convertirlo en el tema central de la tarde cuando se estaba ante el único político que habla de salvar a México y sus instituciones? ¿Por qué no hablar en forma directa y clara si todos sabemos que el próximo alcalde (quien quiera que resulte electo) nada tiene que ver con el desastre que le dejó la administración priísta?.  Con unos cuántos datos, López Obrador hubiera hilvanado una serie de catilinarias, comparando la administración saliente con la de Moreira, diciendo que los priístas no son buenos administradores y elevando a TEMA NACIONAL el desastre financiero del municipio. 

                                               III

   En ese hablar en clave, también López Obrador sabía a qué se refería el candidato a alcalde.  Por eso casi para terminar su discurso (dijo que hablaría poco, que faltaban varias asoleadas; ¡Habló cuarenta y siete minutos! Que tal que hubiera querido hablar mucho, ahí le hubiera amanecido solito, porque yo tengo que ir a darle agua a los cuches).  Repito, casi para terminar su discurso tocó de soslayo el asunto de la deuda (todo se tocó de soslayo en esta tarde, qué bueno que no vino mi Galilea, se hubiera llevado unas buenas soslayadas). 
   Andrés Manuel aceptó el trato distante; dijo que los regidores en Acapulco ganaban mucho, que por eso se inscribían por miles en las listas y que eso estaba mal, que el nuevo alcalde debería instaurar también la austeridad republicana.  Obrador no tiene un pelo de pendejo, sabe que prometer condonar una deuda sería la señal para que todos los municipios corrieran a pedir prestado.   Palabras cruzadas, frases enrevesadas en que ahora hablaron nuestros políticos; unos haciendo como que pedían, otros haciendo como que les daban.   

                                            IV

   El de hace rato era un momento cargado de destino; de esos que se producen una vez cada cien años.  Los hombres y mujeres que aguardamos seis horas bajo el ardiente sol a los candidatos, esperábamos pronunciamientos claros, vigorosos, tal vez históricos.  Pero nuestros líderes no quisieron estar a la altura de este tiempo mexicano y guerrerense; prefirieron la oratoria peticionaria y repetitiva de los mítines de barrio.
  A los mítines de la izquierda no se va nada más por ir.  Acudimos no buscando los votos, sino las frases, los gestos, las palabras que recojan nuestra alegría, nuestra angustia o nuestras esperanzas (¡Ay Esperanza! Cada vez que escribo tu nombre me dan ganas de gritar: ¡Aquí está mi Galilea!).   Los líderes de izquierda siempre deben procurar estar a la altura de esa búsqueda.  Cuando ese objetivo se logra la gente entiende perfectamente el mensaje y ratifica que está en el lado correcto de la historia; en congruencia con lo que hemos sido y queremos ser.  Entonces el líder, aunque no sepa hablar bien o no pronuncie las palabras completas, se convierte en un estadista y su voz es la voz de todos los que estamos y de los que no pudieron ir.  Esas voces se vuelven tinta y papel el día de la elección y pueden cambiar el destino de una nación y el de una ciudad.  Que así sea.

CORREO CHUAN
   Tampoco sé por dónde empezar, dar el pésame o felicitar.  Roberto Ramírez Bravo, compañero periodista y escritor con quien hemos compartido búsquedas, caminos y trabajos perdió para siempre a su hermana Esperanza.  Días antes, la Universidad Autónoma de Guerrero le concedió el premio a su larga trayectoria como periodista.  Roberto ha sido jefe de redacción de Milenio Guerrero y La Jornada Guerrero y ha dirigido con profesionalismo varias revistas de la región.  En esos trabajos ha brillado su talento, que pueden captarse en su libro “Las pausas concretas” y en la columna Veladero, que publica en su sitio web atiempoguerrero.com.  Comparto plenamente las palabras del rector Villegas Arrizón cuando afirma que ningún miembro del jurado dudó en que Roberto merecía desde hace tiempo ese reconocimiento.  Vaya para él un doble abrazo y para no enredarme (como nuestros políticos) que él decida cuál es por el hondo pesar de la hermana fallecida y cual por el premio que tan merecidamente ha recibido. 
   El correo chuan dice que la política no es sólo llenar las urnas con votos y nuestro pensamiento de ilusiones.  También requerimos certezas, visión de futuro y firmeza en la conducción de nuestros políticos.  Cuando faltan esos ingredientes disminuye la estatura de los líderes y la confusión hace presa de todos; entonces se habla como en clave y lo que debe aparecer con claridad, aparece bajo el vapor pantanoso de algo muy parecido a la demagogia.  También dice el chuan que Roberto Ramírez Bravo merece muchos premios más y que esperamos llegue pronto la resignación por la hermana perdida, que no la esperanza.  Zapata 21 es una dirección de bellos recuerdos. 


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