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Efraín Zúñiga Galeana

•    Octavio Augusto Navarrete Gorjón
                        
                                        I
   Poco dice a las generaciones de políticos de hoy el nombre de Efraín Zúñiga Galeana.  El nombre de este coyuquense está ligado a una política que hoy no existe sino como pieza de museo.  Sin embargo nadie que haya vivido la política entre 1968 y 1985 puede ignorar la estatura alcanzada por el ciudadano coyuquense más encumbrado en esa actividad (que me perdone su tío político y también paisano Rigoberto Pano Arciniega, cuya biografía tiene que ver más con el quehacer jurídico que con la  política)
   Zúñiga Galeana llegó a la política por la vía más idónea que tenía en ese tiempo guerrerense y mexicano: la oratoria.  Había sido campeón de varios torneos de ese arte y se instaló en la actividad como un agitador imprescindible en las campañas políticas.  Fue por esa cualidad natural para esgrimir y defender argumentos que prefirió el parlamento que la actividad ejecutiva; en el cuarto de siglo que comentamos, cuando Efraín no era diputado federal, lo era local.    Combinaba alguna de estas actividades con la dirigencia por largo tiempo de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos, variante guerrerense de la Confederación Nacional Campesina.
                                      II

   Su formación era la típica de un político de esa época: estudios de Derecho, mucha lectura de los clásicos y de la literatura de la revolución mexicana.  Ese bagaje contribuyó a hacer de él un orador sólido, épico, que se solazaba en combinar bellas frases ambiguas pero de un efecto contundente en el público.  Era típico en su estilo alguna disertación sobre el bien y el mal, el ser humano puesto frente a una disyuntiva existencial.  En este punto le gustaba citar a los escritores argentinos José Enrique Rodó y José Ingenieros, que se convirtieron en los guías espirituales de los jóvenes oradores de esa época.  Eran recurrentes sus citas de frases atribuidas a Ariel y Kalibán, los célebres personajes de Rodó.
   Desde la década de los 70’ los oradores comenzaron a perder fuerza en la estructura del poder mexicano.  Los desplazaron paulatinamente profesionistas de nuevas carreras universitarias, que combatieron a fondo la cultura del rollo y que preferían sintetizar sus ponencias en media cuartilla.  La oratoria fue catalogada como un instrumento en desuso y el Power Point se instaló como la mejor forma de expresar una idea.  Fue el ocaso de una generación cultural y política desplazada por otras generaciones más dinámicas, más creativas y vinculadas a carreras nuevas como comunicación, administración, sociología y economía.

                                      III

   Fueron raras las ocasiones en que disfruté la vibrante oratoria épica y revolucionaria de Efraín Zúñiga Galeana.  Sólo en dos ocasiones compartimos tribuna en la presentación de libros.  Pero no me perdí todo, en las fiestas de Coyuca muchas veces la hacía de padrino de bodas, de quinceañeras, de orador fúnebre y allí sí brillaba con sus recurrentes citas de José Ingenieros.  Si Efraín hablaba en la fiesta, la comida se servía ya en la madrugada; así que era un buen recurso para que los anfitriones despacharan a los gorrones con viento fresco.  En ese tiempo el de la pluma vendía tortillas y les decía a mis clientes: “Si el orador es Zúñiga comiencen a preparar los platillos la sexta vez que cite a Ariel y a Kalibán, si no se enfriará la cena”.  Hace dos años, en el sepelio de su suegra, Gina Pano, Efraín Zúñiga Galeana pronunció un discurso grandioso por breve y substancial.  Éramos sólo un pequeño grupo de amigos y vecinos que llevábamos a la señora a su última morada; al salir del último pueblo, Efraín hizo detener la marcha y dijo: “Gina Pano fue una gran compañera, fue nuestra luz y nuestra madre, gracias por acompañarnos en la aventura por el mundo”
   Efraín murió el sábado pasado en Chilpancingo.  El de la pluma se enteró el domingo, cuando topó con el sepelio justo en el lugar donde dos años antes despidió a Gina Pano.  No pude acompañar a sus familiares en tan doloroso trance, pero aprovecho estas líneas para decirles que muchos coyuquenses, independientemente de banderías políticas, siempre nos sentimos orgullosos de que fuera nuestro paisano un hombre con las cualidades políticas, culturales y humanas de Efraín Zúñiga Galeana. 

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