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Crónicas Rurales: Paz: Divino Tesoro.

Te fuiste: ¿para no volver?
Por: Juan López

La paz es un recuerdo. Hace cuarenta años el presidente municipal no era Walton. Era Hernández. No ganaba elecciones ni disputaba entre partidos el triunfo. Lo designaba el gobernador. Qué hermosa democracia.
Lo simple: que nadie se hiciera bolas. El gobierno mandaba. Todos nos sometíamos. Y cuando algún dislocado ejercía por gracia el dislate de la desobediencia, emigraba o terminaba en la cárcel.
Recuerde a Adalberto Ramírez Arredondo, a Nacho de La Hoya, Octavio Navarrete. Eslabones de un rosario que sufrió reprimenda y castigos viles.
La paz era argumento de Estado. Orden, progreso. Estabilidad, desarrollo. Claves del discurso municipal. Se le agregaban dos, tres perlas griegas y etruscas para refinar la pompa de la verdad oficial. Jilgueros de atavío: Jorge Montúfar y Píndaro Urióstegui. Que bello hablaban estos merolicos. La prole apetecía mentiras y ellos se las obsequiaban en sendas apoteosis.
Los muertos entonces, si los había eran, como los de don Juan Tenorio: gozaban de cabal salud. Allá un balazo en Las Brisas canceló la existencia de un seudo noble de Acuarone. Los copreros cayeron en la sarracina de Abarca Alarcón pero, la prensa desde entonces sibarita, los calificó de hechos aislados y poco recurrentes. Si mucho, escándalos mediáticos.
El turismo era como tierra de Galilea, panacea prometida. El visitante llegaba solo. No existía burocracia que justificara a tanto idólatra vividor.
Las películas de Tin Tan y Raphael, fueron los prolegómenos para que iniciara la etapa de los chilangos que aún no concluye.
Todo ha cambiado. Los taxistas ya no hacen ruta de noche. Los policías recorren las desiertas vialidades en convoy. Caen funcionarios de gobierno. Mientras millones esperamos la llegada de Peña Nieto como una pócima de seguridad nacional, que alivie el cuerpo de la Nación desfallecida y resarza las calamidades del PAN: dos sexenios, de Holocausto mexicano.
Sigamos. Hace cuarenta años, cuando Hernández era alcalde, no había mítines ni motines, demandas laborales ni cabezas sin extremidades por el suelo rodando. La mañana empezaba a las doce del día y terminaba la semana el jueves. A las nueve de la noche el Alcalde a nadie recibía. Eficaz edecán cancelaba las audiencias. Era la hora en que Telesistema Mexicano pasaba como programa estelar, la perla del lagrimeo: "Los Ricos También Lloran" y herejía hubiera sido que una autoridad tan respetable y de un rango civil, como el del Señor Presidente, se la perdiera.

PD: "Paz, Divino Tesoro. Te fuiste, ¿para no volver?": Es pregunta.

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