Por Rodrigo Huerta Pegueros*
Guerrero
es una fábrica de problemas y cada día surge uno más y con ello se acumulan las
‘’especies’’ para convertirse en conflictos sociales.
La
inseguridad pública fue primero; la debilidad de las instituciones públicas
para hacerle frente a los delincuentes (en general) fue la segunda etapa y la
aparición de policías ciudadanas en comunidades y zonas urbanas y conurbadas
fue la gota que derramó el vaso y con ello, vinieron los desplantes de sicarios
y capos del crimen organizado para acabar con el clima de paz y tranquilidad
que se respiraba en estas tierras surianas.
Todo
lo demás es historia, hasta que surgieron los pueblos convertidos en
territorios de los narcos, las extorsiones a todo aquel sujeto o corporativo
que tuviera dinero para pagarlos, los secuestros exprés y para acabarla ahora
surgen los desplazados como nueva modalidad para hacerse de recursos humanos y
para pintar la raya de lo que es su pertenencia y en donde los tres ordenes de
gobierno deben estar ausentes.
Dejemos
atrás todos aquellos problemas ancestrales que nos han acompañado a lo largo de
nuestra historia como son la pobreza, la desigualdad, la falta de justicia, los
excesos del poder público y de los políticos y caciques empresariales, los
latifundistas y los mercenarios al servicio de las corporaciones policiacas y
militares.
No
hablemos de la desnutrición, de la hambruna, de la miseria y la falta de
oportunidades para las nuevas generaciones, lo cual los promueven como fácil
candidatos para integrarse a los grupos de sicarios que les ofrecen dinero,
pistolas, vida intensa aunque corta.
Ya
no se da importancia a los campesinos que deberían estar sembrando alimentos
para su sustento y para la comercialización, pues son también víctimas de la
presión y extorsión de los capos de la droga.
Aquí
no se habla de la legalización de la marihuana pero tenemos grandes extensiones
de tierras donde se cultiva y se comercializa y se exporta en cantidades
inimaginables con la consabida bendición de las autoridades que se hacen de la
vista gorda frente a los paquetes de billetes verdes que se les presentan.
Guerrero
es hacedor de problemas no de soluciones.
Los
gobernantes de hoy no están haciendo lo que antes hacían, o sea, promoviendo
que su territorio funcionara mas o menos bien y que los productores de bienes y
servicios tuvieran las facilidades y la ayuda gubernamental para lograr sus
objetivos de hacer prosperar sus negocios.
Hoy
los alcaldes están mas prestos a no recibir dinero, plata o plomo de parte del
crimen organizado o de lo contrario tienen que huir ante las amenazas que ponen
en peligro sus vidas y deciden en lugar de perderla, dejar el puesto, lo cual
se convierte en una autentica ingobernabilidad en sus espacios de poder y como
en muchos municipios sucede esto, tenemos que en Guerrero no haya control
institucional y por lo tanto hay ausencia de gobiernos locales y en conjunto nos
da como resultado que la entidad entra en un proceso de descomposición y que
podría desembocar en una situación de gobierno
inconstitucional.
Pero
así como los grupos del crimen organizado hacen sus movimientos para no caer en
manos de la justicia (¿cuál?) los gobernantes se cuidan para no caer en la
trampa que ellos mismos han tejido como la ingobernabilidad. Sin embargo, cuando de ingobernabilidad se
habla siempre ven hacia otro lado o simplemente no oyen y menos escuchan, como
diría el clásico.
Hoy
en este gran descontrol gubernamental no se encuentra la punta del hilo pues la
madeja está demasiado enredada. Por lo tanto no tenemos los ciudadanos a quien
ocurrir para que preste ayuda.
La
desconfianza es tal que ningún policía es digno de ser solicitado como auxiliar
y los teléfonos que se difunden como medios eficaces para pedir auxilio han
sido un rotundo fracaso por su nulidad en la atención al ciudadano.
Luego
entonces, la situación en Guerrero no puede ser peor que ayer o antier.
Hoy
más que nunca se debe proceder a hacer un diagnóstico serio y profundo de la
situación que priva en esta entidad para que cuando se quieran exponer a los
ciudadanos la forma de poder solucionarlos se tenga en cuenta que se ha hecho
un trabajo profesional pero sobre todo, auténtico.
Pedir
ayuda a los federales ya no es suficiente.
Solicitar
auxilio a la iglesia, tampoco.
Argumentar
la participación de la ciudadanía para reconstituir el tejido social es una ociosidad
cuando es esta la que exige el auxilio de quienes deberían ser nuestros
protectores y nuestros defensores ante
los grupos y personas antisociales.
¿Dónde
estamos y que estamos haciendo? son las preguntas que todavía no tienen
respuestas de parte de ningún político, gobernante, autoridad o ciudadano.
Dicen
que la esperanza muere al último y eso si es verdad.
Hoy
sabemos que nuestra esperanza tiene vigencia mientras una bala no nos quite de enmedio
para seguir luchando por nuestros derechos y por tener una vida mejor.
Periodista/Analista
Político*
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