Violencia y contrainformación en Guerrero

TRASFONDO

JULIO ZENON FLORES

Los baños de sangre de los pueblos han provenido siempre de malos gobiernos, pero han necesitado a líderes que se equivocan en sus acciones, en sus análisis de escenarios y devienen en idiotas útiles o bien, en su caso, que son sembrados en el interior de los movimientos.

Esa parece ser hoy la estrategia del gobierno federal para acabar con el movimiento que, nacido de la indignación popular y con la consigna de buscar hasta encontrar a los 43 jóvenes estudiantes desaparecidos, ha llegado a cuestionar al Estado mismo, por considerarlo –y con razón- responsable de lo ocurrido en Iguala.

El gobierno, mal gobierno, está atrás de todo cuanto ocurre hoy en Guerrero. Desde los policías que atacaron a los estudiantes, que los detuvieron y se los llevaron, hasta los soldados de la zona 35 que fueron al menos testigos del ataque, de la desaparición, y no hicieron nada por evitarlo, antes al contrario, fueron a sacarlos del hospital donde se resguardaron, como cuando el Ejército entró a los edificios de Tlatelolco en 1968 y, en vez de castigar la omisión, el gobierno federal ha premiado al comandante de la zona al convertirlo en comandante de región. Esa medida tiene, me parece, la intención de enardecer los ánimos. O sea, si hay más actos violentos o más bloqueos carreteros, será porque el gobierno así lo está empujando.

El gobierno quiere que los que luchan por los desaparecidos hagan actos aún más radicales cada vez, para poder exhibirlos en los medios de comunicación, propiciando la repulsa popular y una vez aislados, “aplicarles la ley” a su modo. Su ley. Encarcelarlos, o matarlos en supuestos enfrentamientos.

Los líderes del movimiento quizá ya hayan sido infiltrados o quizás están dando rienda suelta a sus sueños de una insurrección, haciendo el papel de tontos útiles, al dar argumentos al gobierno para la represión, pero siempre hay una parte sensata. Esa es la que puede salvar este movimiento y mantenerlo vivo hasta lograr su objetivo: que el Estado entregue vivos a los desaparecidos o que sucumba a la presión y dé paso a un nuevo gobierno, de mayor democracia y no es que este no lo sea, lo que pasa es que está corroído por la corrupción.

Mantener vivo este movimiento implica no desviarse de los métodos pacíficos de lucha, idear nuevos, caminar por las plazas, pedir la solidaridad de los trabajadores, de los estudiantes del mundo, pero quemando edificios, atropellando al turismo, saqueando comercios, sólo van por el camino del aislamiento y de la represión, haciendo juego a quienes los quieren ver presos… o muertos.

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