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Tianguis Turístico de Acapulco, cápsula de miedo

Todos estos policías formados en el acceso al Tianguis Turístico. Foto Felipe Salinas/Twitter
TRASFONDO
Por Julio Zenón Flores
La realización de la edición número 40 del Tianguis Turístico de México en Acapulco, en un sitio convertido en bunker, nos da una pequeña muestra de la concepción que tienen las autoridades federales de la cuestión de seguridad en nuestro puerto.
La seguridad asignada, las áreas de protección, el tipo de agentes asignados (soldados de élite y marines entrenados por EU e Israel), así como la colocación de un buque en altamar, frente a la bahía con avanzada tecnología electrónica, asistido por la NASA, indican, sin duda, que invitaron a los 400 y tantos empresarios a un tianguis de alto riesgo, como si se realizara en Libia o Afganistan o en Palestina, donde el estallido de misiles y los ataques terroristas son cosa ordinaria.
La zona Diamante de Acapulco se convirtió por unos días en territorio tomado bajo el control de militares especialistas en medidas de contrainsurgencia. A las instalaciones del Tianguis solo se puede entrar, como si se tratara de una zona altamente reservada, con gafetes y contraseñas de distintos niveles.
Hasta la prensa, como cuando entra por ejemplo a un campo espacial de EU, debió ser trasladada en vehículos especiales; nadie podía pensar en trasladarse por sus propios medios, a pie o en su vehículo, pues simplemente no entraría. Adicional a ello, se hizo, como nunca, una rigurosa selección, dejando fuera a lo que ellos llaman prensa pequeña, mochilones, chiquillada, a la que acusan de ir a comer los bocadillos que no tienen en sus hogares, a blogueros y reporteros de medios digitales, con excepción de aquellos bajo el respaldo de la prensa escrita o televisiva tradicional.
De un lado los organizadores tendieron una separación tajante entre el Acapulco real y el Acapulco de ilusión que quieren vender, pero que sólo un comprador muy tonto compraría. Es como si compraran una envoltura, ignorando el contenido.
El entorno, el edificio pues, contratado para el Tianguis, tiene poco tiempo de construido, sus servicios son flamantes; pero es el único en Acapulco. El resto son hoteles viejos, con poco mantenimiento,  y, a diferencia de los grandes depósitos de agua y las áreas jardinadas, en el resto de Acapulco se carece de agua potable suficiente todos los días, los jardines se secan por falta de cuidado, las carpetas asfálticas se hunden por falta de mantenimiento, la basura se recoge poco, las playas se contaminan con basura, aguas negras y vendedores ambulantes como mosquitos.
Ese solo hecho, el de vender ilusiones, algo que no es Acapulco, pues el puerto no es como el Mundo Imperial, sería un fraude al consumidor, pero hay otra agravante.
La exagerada seguridad obedece al temor de las autoridades porque los espantadizos turisteros conozcan que en Acapulco hay mucho descontento social. Manifestaciones cotidianas, producto de autoridades ineficientes y corruptas, que hacen desesperar a la población, la cual llega a incurrir, por esa desesperación en acciones poco pacíficas, como bloquear calles, pintarrajear mobiliario urbano y hasta destruir algunos cristales, saquear algunos comercios, tomar algunos camiones de proveedores de mercancía, lo cual en determinado momento también puede ser un riesgo para el pacífico turista que lo único que quiere es descansar.
Estas líneas no pretender asustar al turista, pretenden por el contrario que no sea engañado; que las autoridades no le oculten la realidad del producto que le venden y que, por el contrario, inviertan recursos en resolver ese tipo de problemas que ponen en peligro al visitante, en lugar de ocultarlo en una cápsula de miedo.



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