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PRI Derrotado

Juan López

¿Por qué perdió el PRI?
Pregunta desoladora que se hacen dos, tres, de los involucrados en la campaña y la derrota.
Qué fácil culpar al alud "amarillo" de López Obrador que arrasó las ilusiones de quienes se "colgaron" del garlito Peña Nieto.
Antes debe aceptarse que una competencia electoral tiene el dividendo de ganar o perder. Donde dos compiten uno tiene que ser el triunfador y el otro el perdedor. Lógica aristotélica.
El PRI perdió porque le faltaron ideas.
Una campaña política en las condiciones que la hizo Fermín Alvarado, tenía pocas posibilidades de reclutar las simpatías mayoritarias del electorado.
Cuando el candidato de un partido en el poder anda tras el voto, el ciudadano ve la oportunidad de cobrarle desatenciones, falta de apoyos, indiferencias, prepotencia y arbitrariedades cometidas en su contra por funcionarios que no tienen respeto por los resultados electorales. También no escuchar es el peor defecto político.
Luego, tiene mucha culpa del desastre comicial, la planilla de regidores. Recomendados, parientes, amigos, favoritos, en vez de ciudadanos honestos y gente reconocida en el servicio público.
Prevaricatos, desconocidos y vividores, coparon el cabildo. Quienes toleraron ese desfase, deben pedir perdón por la derrota.
A todo ello agreguemos la falta total y absoluta de soluciones a los problemas municipales cotidianos.
En el túnel oscuro de la sucesión municipal, hizo falta la luz que avisara de la proximidad de un nuevo día.
Todo fue ocurrencias, improvisación, falta de juicio.
Maratón "rollero" de aproximaciones simuladas, "choros"; cantinflas político, redundancia superficial.
Cuando el seso escasea la palabra inútil suple la falta de talento.
La administración pública debe digitalizarse, modernizarse y acoplarse a las tecnologías actuales más avanzadas. Hay que innovar y modificar muchos de los clichés contables. Combatir la podredumbre, simplificando el servicio público en general.
Un Primer Mandatario municipal debe reorganizar la Comuna.
Delegar funciones en secretarios altamente calificados por su probidad y eficiencia. Supervisar resultados en base a contralores reputados por sus conocimientos y ética profesional.
La atención al público debe ser una prioridad del gobierno. Y la política y la economía deben ponerse al servicio de la sociedad. Lo que nos dará como resultado combatir la ineficiencia. Desde el gobierno será una obligación moderar la desigualdad, erradicar la mordida, extirpar la corrupción y el tráfico de favores.
En vez de sacudir la conciencia de los electores sustentando compromisos audaces y valientes actitudes de gobierno, el tiempo se usó en mascaradas y reclamos, en acusaciones y consejas. Las necesidades de la población -acorralada por la violencia y la inseguridad-, no tuvieron respuesta por parte del PRI para que hubiera sido favorecido con el voto.
La autocrítica, aseo moral de la función partidista, está prohibida en el PRI desde 1929.
La parte antagonista tampoco utilizó argumentos satisfactorios ni produjo entusiasmos colectivos que excitaran a la sociedad. Fue un duelo entre minusválidos, miopes y vanos, donde ganó quien menos denuncias tuvo de imprudencia e irresponsabilidad.
No sé el PRD y los demás, pero el PRI carece en Guerrero y más en Acapulco, de una Secretaría de Ideología. Algo esencial como vértebra de sus acciones en un instituto político.
El PRI es un partido operativo. Hace el mitin, la campaña, el perifoneo, la propaganda, pega carteles, pone espectaculares, tiende mantas, desempeña funciones de capitán de meseros.
Las ideas, la praxis, la inteligencia que explore el futuro y afiance la confianza. La cultura que auxilie, la ciencia que oriente, la experiencia que corrija y la academia que autorice. Nada de eso tiene el PRI: orfandad emocional, patético suicidio.
Y no es una limitante circunscrita a Acapulco. Por ello Peña Nieto estuvo a punto de perder y otros más también perdieron.

PD: "Llora como mujer lo que no pudiste defender como hombre": Regaño de la Sultana Aixa, madre del último Emir de Granada Boabdil, llamado "El Desdichado", al ser derrotado en 1492 por los Reyes Católicos.
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