Zapata 21
*
Octavio Augusto Navarrete Gorjón
I
Ni el mejor gobierno ni la sociedad más
organizada hubieran podido prever sus daños, era apenas una tormenta tropical
que ni siquiera llegó a huracán y que a su paso dejó desolación y desesperanza. Con nosotros se ensañó, ningún ciclón ni
terremoto causó tanto daño como esta tormenta.
Fue, esencialmente, un exceso de
agua y tierra, sin vientos y sin truenos; la tragedia llegó silenciosa,
disfrazada como una mañana de carnaval.
Horas después la gente se percató que su discreción era falsa y el
peligro inminente; no hubo tiempo de sacar nada y varias casas se fueron en Los
Cimientos, Tierra Digna, 10 de Abril, Zumpango, El Bejuco, Cahuatitán y
Espinalillo.
Se fue también mucha infraestructura,
ganado, huertas completas y fauna silvestre.
Desde la ruinosa carretera federal puede verse algo que parece una nueva
avenida del río de San Miguel Coyuca, eran las huertas de don César de los
Santos, de don Pica Fajardo y de otros dos señores; es un ancho playón donde
sólo quedan algunas palmeras de las que casi se pueden escuchar sus sollozos;
lucharon contra la corriente y fueron las únicas que salieron airosas, hoy
siguen luchando contra la arena que las ahoga y cubre más de dos metros arriba
de sus raíces ocultas.
II
El puente es capítulo aparte. No era sólo una vía de comunicación, no de
Coyuca o de Guerrero, sino de la carretera Panamericana, la larga ruta que nace
en Tijuana, atraviesa la república y todo Centroamérica hasta terminar en el
canal de Panamá. Era todo eso, pero
también un símbolo vivo de nuestra identidad; desde la mitad del puente se tiene la mejor
postal de nuestro municipio, mirando la ribera del río, su corriente casi
siempre serena y la iglesia que nos regresa una mirada de asombro de su boca
(la puerta), sus ojos (las ventanas) y su nariz (San Miguel Arcángel derrotando
al demonio de la adversidad). No hay
reproche para nuestro puente, resistió durante 62 años las embestidas más rudas
de las corrientes; el Biula, el Paulina y el Boris no le hicieron ni cosquillas
y fue el 11 de noviembre de 1961 cuando el Tara acarició medio metro de su
guarnición; era una corriente suave, sin olas, que se estrellaba en un espumoso
toque que duraría tres horas. Manuel fue
muy destructivo, nunca sus aludes de tierra y agua amenazaron con tocar el
techo del puente, pero la fuerza de sus corrientes fueron minando poco a poco
la reciedumbre de una construcción que era bastante rústica, pero que habiendo
sido construida para durar medio siglo, sobrepasó una docena de años su vida
útil, sirviendo a los mexicanos y guerrerenses como pocas construcciones lo han
hecho. Hoy ya hay puentes muy bonitos,
con estructuras colgantes y resortes que permiten la oscilación. El nuestro era un puente rústico, apenas
hecho para lo que tenía que servir; sustituyó un puente de madera que se
desvencijaba cada vez que el río crecía.
Cuando lo construyeron eran tiempos de secas y el ingeniero residente se
burló: ‘semejante puente para un arroyito que paso brincando en dos pasos, la
obra está sobrada’; seis meses después al ingeniero le tocó la primera gran
creciente y los pobladores le devolvían el desdén con el que trató a nuestro
río: ‘allí está el río ingeniero, brínquelo de dos pasitos’; el profesional
guardaba silencio y se le desencajaba la cara al ver la imponente cantidad de
agua que se deslizaba arrastrando un rugido de tigre en las entrañas.
Es regla de los tiempos que corren que al
paso de terremotos y ciclones sean las obras viejas las que mejor soporten los
rigores del destino. El terremoto de
hace un mes se llevó dos hospitales recién inaugurados en Renacimiento mientras
que sobrevivió sin problemas el antiguo hospital que supuestamente
sustituirían. El primer deterioro que
padece la obra pública es la corrupción de políticos y contratistas. No fue el caso del puente nuestro, obra construida
con vigor republicano y honradez institucional.
Construcción que nació modesta y
se despide en plan grande, su foto colapsada dio la vuelta al mundo, fue la
primera plana de El Universal y un día después de casi todos los diarios
latinoamericanos; en Europa encabezó las notas de Le Monde Diplomatique en
Francia, de Liberation en Italia y de El País en España. Sólo para presumir registro el dato de que la
extraordinaria foto fue tomada por Bernardino Hernández, fotógrafo de Costa
Brava y otros medios; para que la gente se dé cuenta de la calidad de
periodismo que podemos hacer; esa foto seguramente se llevará un premio
nacional este año.
En todo el mundo, el fino olfato
periodístico supo advertir que lo que se iba era importante; aquí nosotros
sabemos que el río no sólo se llevó mampostería sino muchas historias alegres y
tristes, de un puente que nació cuando casi no había autos y que pronto se
convirtió en el paseo preferido de familias que eran y de novios que querían
serlo. Ya estaba cuando llegó aquella
partida militar y tú con ella, que eras hija del capitán. Lo hubiera querido ver así quince días
después, cuando por él te fuiste; cuando me convencí que no te alcanzaría y perdí de vista la gaviota de tu mano diciendo
adiós en la lejanía, haciéndome desandar
mis pasos bañado en llanto, gritando los dos una promesa que hasta ahora no
hemos cumplido: ‘nos volveremos a encontrar’.
III
Es de muy mal gusto buscar culpables. En la prestigiada columna Palabras Mayores,
que me envía cada semana mi gran amigo, el periodista Jorge Romero Rendón, se
afirma que en Acapulco fueron los gobiernos perredistas de Zeferino
Torreblanca, Alberto López Rosas y Félix Salgado los responsables de
construcciones hechas en lugares que cancelan humedales e impiden el paso del
agua. Puede ser, pero ¿Cómo nos
explicamos que ciudades como Tixtla, que ha tenido un crecimiento urbano y
poblacional bastante modesto, el nivel del agua haya llegado a siete metros?
¿Cómo asimilar que Malinaltepec, en la Montaña, haya quedado totalmente
sepultada por el lodo? ¿Qué construcciones impidieron allí la evacuación del
agua? ¿Qué desarrollo inmobiliario impidió el desfogue del agua en
Huamuxtitlán, La Pintada y El Paraíso?
Por supuesto que más de la mitad del daño
causado puede atribuirse a factores humanos.
Si existen afectaciones en ciudades que construyeron sobre humedales y al
mismo tiempo en pueblos que urbanísticamente son de una sola planta y de adobe,
deberíamos buscar una explicación que atienda el carácter generalizado de los
daños. Hay un dato que puede ayudarnos:
las huellas de lodo de Manuel; todos los reportes de daños coinciden en la gran
cantidad de lodo (es decir, de tierra) que las corrientes arrastraron. Luego entonces el problema no se originó en
los lugares a donde el agua llegó, sino en aquellos de donde el agua viene. La devastación no se explica sólo por la
tormenta sino por el prolongado uso en las partes serranas de un paquete tecnológico
para cultivar maíz a base de fertilizantes químicos y pesticidas. Si alguien tiene la culpa somos todos los que
hemos permitido que esto ocurra; lamentablemente ahora no sólo el PRI sino
dirigentes de todos los partidos y movimientos sociales disputan por esparcir
en el campo costeño la mayor cantidad de fertilizante químico y las autoridades
de todo signo presumen la aplicación de estos venenos sobre el campo
guerrerense. Las miles de toneladas de
fertilizantes y pesticidas que ha vendido Rubén Figueroa Alcocer a los
gobiernos guerrerenses han causado más daño que la matanza de Aguas
Blancas. Sin embargo en este tema es más
evidente su inocencia; él ha hecho negocios permitidos por la ley y seguramente
con la intención de mejorar su situación patrimonial y sacar adelante a su
familia.
Es el mismo caso de ganaderos que
convirtieron selva baja en pastizales, de campesinos que quieren explotar la
tierra intensivamente, cuando lo que se aconseja en estas regiones es el
sistema de milpa que conviva con grandes extensiones de bosque. Ni los que construyeron estanques acuícolas,
granjas de puercos o casas a orilla de la laguna lo hicieron con la
intencionalidad de hacer daño; la comprensión del fenómeno no debe implicar
ningún sentimiento de culpa; en la costa los únicos que nunca se equivocan son
los que están en la hamaca rascándose las talegas, todos los que emprendemos
algún proyecto productivo con el tiempo nos percatamos que la cosa no es
simple.
No se necesita hacer mucha investigación para
buscar chivos expiatorios y repartir culpas.
Los ríos desbordados sólo responden al abandono en que los hemos
mantenido toda la vida. Los pesticidas y
el fertilizante químico convierten la selva baja y la maleza en pastizales que
hacen que el suelo pierda consistencia; después viene la lluvia que erosiona y
deposita enormes cantidades de arena y tierra en la cuenca de ríos y
lagunas. Cuando las corrientes ya no
tienen cauce se salen de madre y causan todos los problemas que estamos
padeciendo. Por cierto, si vuelve a
llegar LA MITAD de agua que cayó hace una semana en Coyuca, nos hará el mismo
daño que hemos sufrido; el río ya no tiene cauce y el agua llegará por
arriba. Obsérvense las fotos del puente;
hay partes donde tiene sólo dos metros para que pase el agua.
Nos hemos olvidado que la tierra y el agua
son seres vivos, no materia inerte sobre los que hay que hacer lo que se nos
ocurra. El río San Miguel Coyuca nunca
se ha desazolvado; no sólo no le damos mantenimiento, aparte depositamos en su
cauce todo tipo de basura, mierda y meados; para sellar con broche de oro el
asunto rodeamos su bella ribera con centros de vicio y corrupción de
menores. Tenemos con nuestro río y con
la tierra una relación machista: le exigimos que nos dé comida, agua y diversión
y a cambio le damos pudrición, malos tratos y un cinturón de putería. Qué bueno que el presidente municipal y la
Conagua tuvieron un primer acuerdo en el
sentido de no permitir ninguna construcción en la ribera y no otorgar ninguna
concesión federal para negocios. Lo que
no hizo ninguna autoridad lo está obligando la naturaleza: devolverle a esa
parte de la ciudad su vocación turística y recuperar para los ciudadanos un
espacio que nos había arrebatado la delincuencia.
IV
Las dimensiones de la tragedia guerrerense fuerzan una respuesta de largo aliento. Tal vez no hay que buscar culpables, pero es
imprescindible discutir y modificar nuestro modelo de desarrollo. En el corto plazo hay que sustituir los
venenos químicos en el campo por abonos orgánicos; también hay que reforestar y
hacer programas de maíz por bosque; adicionalmente hay que desazolvar los ríos
y lagunas y regular la construcción de vivienda. En suma, hay que tener una relación amigable
con la naturaleza, no hay que estarla madreando permanentemente.
Uno de los obstáculos para lograr estos
objetivos es la existencia de una clase política que no se interesa por estos
temas y que ha hecho del reparto de fertilizante y láminas de cartón su
principal motivo de clientelismo. Esperemos
que la magnitud de los daños al fin la hagan reflexionar sobre la pertinencia
de modificar sus métodos clientelares de hacer política.
V
En la misma tragedia hay un dato para
celebrar: la austeridad de los políticos.
Aunque todos han estado presentes por los lugares por donde Manuel pasó,
ninguno ha tenido frases desafortunadas o conductas que se aparten de la
legalidad. Todos han estado muy activos
llevando grandes o modestas ayudas a los damnificados y escuchando con
paciencia los reclamos (que a veces llegan al improperio) de ciudadanos
malhumorados por el drama que sufren. Aquí
han estado el Jaguar de la costa Armando Ríos Píter, los diputados Evodio
Velázquez y Víctor Salinas (uno que fue, otro que es), el aspirante a diputado
por este distrito Alberto López Rosas; también Añorve Baños, que ahora sabe lo
que se siente cuando hay un Manuel que es más perjuiciento que una gallina con
peste.
Los presidentes Enrique Peña Nieto y Ramiro
Ávila Morales han cargado con el peso político más importante del
percance. Peña Nieto modificó su
conducta inicial; dijo en su primera visita que los daños serían resarcidos después de levantar
un censo casa por casa y de manera directa para evitar la manipulación política
de los apoyos. No se ha retractado, pero
dos días después matizó con declaraciones que dejan ver preocupación. ‘No hay recursos suficientes para la
reconstrucción’, dijo, después agregó: ‘necesitamos apurar el recuento de daños
para reorientar el presupuesto’. Es
plausible el perfil menor que tuvieron estas declaraciones; cuando expresó las
primeras todavía no se sabía la magnitud real del desastre, cuando las segundas
ya se tenía el dato de que estamos ante el peor desastre natural en la historia
de México. El viraje en la reforma
fiscal, que omitió el IVA en alimentos y medicinas y que aplicará la mayor
carga a los que tienen ingresos altos,
junto con esta modificación del talante en el caso de Manuel, nos permiten ver
un pragmatismo a un tiempo sorprendente y riesgoso. Al margen de ortodoxias, Peña Nieto está
arriesgando capital político, credibilidad y liderazgo cuando asume y modifica
posiciones aparentemente rígidas. Si las
cosas le salen bien va a ganar mucho, si no, podría enfrentar problemas de
gobernabilidad en el mediano plazo.
Al presidente municipal Ramiro Ávila le ha
tocado enfrentar la contingencia. Lo ha
hecho con mucha decisión y ha soportado con paciencia los reclamos; igual los
que le dirigen con respeto a su investidura que aquellos que rozan el desplante
provocador. En esto le ayuda su
formación personal; ha expresado palabras de aliento a la ciudadanía y se ha
asumido como un afectado más, que tuvo que dejar su casa a la orilla del río
para vivir tres días con su familia en el palacio municipal; es un decir, de
hecho su presidencia ha sido itinerante y ha estado en todos aquellos puntos
que reclaman atención, ya vigilando el paso de peatones en el puente, ya
reforzando con piedra y tierra el borde que por el lado de Zumpango amenazaba
con romperse. En la comunidad de El
Bejuco escuchó airadas quejas de algunos pobladores y con respeto y lances
oratorios elegantes revirtió una impugnación que se convirtió en aplauso cuando
terminó de hablar. El de la pluma lo ha
acompañado a repartir despensas y cobertores y tengo la impresión de que la
gente recibe un mensaje que la hace no sentirse sola en estos momentos de
dolor.
VI
Los
guerrerenses, particularmente los costeños, somos hijos de los naufragios. Naufragaron los de la Nao de China y aquí se
quedaron a vivir; de allí vienen los apellidos Guinto, Zúñiga, Balanzar, Gómez
y Ascencio. Otros que no llegaron por el
mar también eran náufragos de la vida, los aztecas que no aceptaron la
dominación española y llegaron a estas tierras inhóspitas huyéndole a la
esclavitud, a la servidumbre y a la viruela; los esclavos de Guanajuato y
Querétaro que cuando huían de las minas corrían hacia el mar para otear en el
horizonte las remotas tierras africanas de donde los habían secuestrado los
‘civilizados’ hombres de raza blanca; los franceses que se quedaron después de
la fallida aventura de Maximiliano y que fueron traídos para servir de
sementales en la tierra caliente; los aventureros que llegaron después de la
derrota del Tercer Reich (en Tepetixtla había un médico alemán que nunca pasaba
por Coyuca cuando iba a Acapulco y de quien nadie supo nunca el nombre; don
Hermann Ludwig, de Atoyac había llegado dos décadas atrás procedente del
Soconusco, trajo las primeras plantas de café y explotó una mina en la
comunidad de Tres Pasos del Río, cuya boca nunca ha sido encontrada; siempre
han sido misteriosos estos alemanes, por eso abundan en la Patagonia y en los
lugares más inesperados).
Estas tierras, a las que se conocía
genéricamente como El Sur, eran refugio de hombres y mujeres libertarios, de
aventureros dispuestos a arriesgar la vida en la lucha con la naturaleza o con
otros seres humanos. Se necesitaba mucho
carácter para optar por vivir aquí, conviviendo con la malaria, los mosquitos y
la manigua pantanosa. Es bueno
recordarlo ahora que la naturaleza nos ha vuelto a poner a prueba. De la historia de esos primeros habitantes
está hecho nuestro carácter alegre y bravío a un tiempo, por convivir con
temblores, inundaciones y toda laya de cabrones, hemos aprendido a hablarnos de
tú con la muerte y a rifarnos cada vez que la ocasión lo amerite, no importando
que el motivo sean los principios, una mala palabra o una mirada de mujer; si
no hay ofensa la inventamos, el chiste es ponernos a prueba cada vez que se
pueda. Por ejemplo, ese es el origen de
nuestra fama pública de buenos anfitriones y hospitalarios; muchos llegaban a
esta tierra buscando a sus familiares y cuando lograban encontrarlos decidían
quedarse o se iban cargados de regalos y haciendo una promesa que nunca
cumplían: volver pronto. Ese es el
origen común de nuestra alegría permanente (¿Qué tiempo vamos a tener para la
tristeza si convivimos con todos los peligros?); ahí se finca también nuestra
desidia, que se expresa en una falta de planes de largo plazo y su versión más
cotidiana: nuestro proverbial valeberguismo.
Escribo esta última reflexión como un
llamamiento a los coyuquenses a sacar la casta, ningún terremoto o lluvia
derrotó a nuestros antepasados, ninguno nos derrotará a nosotros. Es tiempo de la solidaridad con el vecino, el
familiar y el amigo; rescatemos ahora nuestros valores esenciales. También es tiempo de saber de qué estamos
hechos; llegó el momento de honrar la memoria de nuestros mayores y de legarle
a las generaciones que vienen un ejemplo de dignidad, de congruencia, de
entusiasmo y de valentía. Los primeros
habitantes de esta tierra estaban solos y no se rajaron, los coyuquenses de hoy
tampoco lo haremos; no nos le vamos a rajar a la soledad, no nos rajaremos ante
el trabajo, no nos le vamos a rajar a la vida.
CORREO
CHUAN
El correo chuan transporta ahora en su valija
la tristeza infinita y también el infinito valor para salir adelante. Honremos la memoria de los guerrerenses que
se fueron por esta inmensa tragedia, incluyendo a los cinco policías federales
que murieron tratando de auxiliarnos. Dice el chuan que Manuel no sólo se llevará
cosechas, casas, vehículos y animales; la conductora de uno de los programas
más deleznables, donde se exhiben sin pudor alguno las expresiones más crudas
de la bajeza humana, también tendrá que irse.
Laura Bozo quiso aprovechar nuestra tragedia para aumentar su audiencia
y en el camino le puso trampas hasta al presidente municipal. No se vale, la pelea por la audiencia tiene
sus límites. Al cerrar estas líneas la
respuesta de buena parte de la prensa mexicana estaba obligando a Televisa a
retirar del aire a esta señora; la misma suerte deberá correr Rocío Sánchez
Azuara en el programa basura de la competencia.
Es tan grande el desastre y tan corto el
espacio (parafraseo a Neruda: ‘es tan corto el amor y tan largo el olvido, mi
voz rozaba el viento para tocar tu oído’) que involuntariamente ha pasado a un
segundo plano el informe del presidente Ramiro Ávila con motivo de su primer
tercio de administración. Este tipo de
eventos son propicios para la crónica política, el comentario y el análisis del
ambiente político y social. El
presidente hizo un acto austero, signado por un listado enorme de cifras donde
estampó lo que considera avances importantes de su gobierno. No hay obras muy grandes, pero hay varias
medianas y muchas pequeñas en tamaño pero muy grandes si suman los esfuerzos
que se están haciendo en todo el municipio.
La pavimentación por ejemplo; se atiende el bacheo y los problemas de
drenaje y agua del primer cuadro de la cabecera y de muchas calles de colonias
y comunidades. El acto fue muy austero
(como deben ser los actos de un tiempo mexicano signado por la penuria y la
congoja social). Realizado en un espacio
público, el acto convocó a la clase política municipal, que acudió con la
expectativa no sólo de saber de la obra material y la marcha de los quehaceres
institucionales, quería tener noticias de la política en su acepción más pura y aunque sea
interpretando gestos y aguzando el oído, pudimos darnos cuenta de lo que está
pasando en el municipio.
El informe se anunció oficialmente como un
acto republicano, la austeridad en las
formas y el discurso del presidente así lo confirmaron. A diferencia de su toma de protesta, como
para enfatizar su distancia de la emoción dominante de hace un año, el
presidente sólo nombró a Dios en una ocasión y en un segundo plano de la frase
principal. En cambio pronunció dos veces
la palabra ‘republicano’.
Llamaron mucho la atención las palabras de
Humberto Zapata Añorve, secretario de desarrollo rural y representante del
gobernador Aguirre Rivero. Del trato
institucional y respetuoso, el secretario pasó a un acercamiento casi familiar
con el presidente, al que llamó de tú y le recordó su paso coincidente por la
56 legislatura. Dijo que se conocían
bien; no dijo el secretario que en ese tiempo él era llamado ‘el diputado
perredista’ porque muy seguido votaba a favor de las propuestas de la
izquierda, que lideraba en la cámara Octaviano Santiago Dionicio. Fue un trato grosero porque no era un debate
y ninguno tenía derecho de réplica; generalmente las palabras del representante
son protocolarias en este tipo de actos; esta ocasión no fue así. La grosería mayor fue mencionar una obra
‘gestionada por los regidores Brillid Benítez y Luís Yanez’ por un monto de 94
millones para rehabilitar el canal de Carrera Larga-Carrizal.
El derecho de réplica que en el acto no
había se lo tomó la naturaleza: el desbordamiento del río y sus inmensos daños
colaterales hacen que todo ese presupuesto sea revalorado, junto con el enorme
gasto estatal en estanques camaronícolas que apenas iban a tener su primera
cosecha en diciembre (y que el secretario también presumió en el informe). Lo malo de esta réplica de la naturaleza es
que también afectó al correo chuan; la mayoría de mis cuches se fueron con los
camarones de mis vecinos. Se quedaron
unos cuantos que estamos sacrificando para comer con algunos vecinos y
amigos. Les digo que lo hago por
pendejos: si todos se iban ellos también debieron irse o Dios es muy grande y
quiso dejarme algo de comida. Se
salvaron de Manuel, pero no de mí.
Aplico aquí el viejo dicho del que perdió la carrera con el caballo que
conquistó la yegua: ‘Si todo ya lo he perdido este caballo sólo me estorba’. El correo chuan trae demasiadas noticias,
tristes casi todas, pero no pierde el buen humor. Hace un año hablé con el secretario Zapata
Añorve y me contó que iba a la costa grande a atestiguar el funcionamiento de
una motosierra que permitía cortar las ramas de los mangos desde el suelo. No sé por qué existiendo esa maquinaria vino
a Coyuca a aplicar varios ‘bajamangos’ al presidente municipal. Qué bueno que el proyecto que presenté para
unos estanques camaronícolas no lo autorizaron (aunque cumplí todos los
requisitos); hubieran valido chiche de pollo, por donde iban a estar el agua
llegó a dos metros, por ahí se hubieran ido
los camarones junto con mis cuches.
Dios es grande, me ahorró deber una atención. Estamos a mano, nos veremos en el
camino. Zapata 21 es una dirección de
bellos recuerdos.
E-mail:
correochuan@hotmail.com
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