TRASFONDO
Por Julio Zenón Flores
El politólogo universitario Rogelio Ortega Martínez llega a
la gubernatura de Guerrero en un momento crucial, con un estado convulsionado
por una crisis que no sólo provocó la caída del gobernador Ángel Aguirre
Rivero, sino que amenaza en general la gobernanza en la entidad y al propio
gobierno federal, surgido de una tragedia inadmisible que trascendió todas las
fronteras.
En las actuales circunstancias fue, sin duda, la mejor
opción para el Congreso del estado, aunque en lo personal sigo pensando en que
lo mejor para Guerrero era la desaparición de poderes. Nadie que proviniera del
equipo de Ángel Aguirre, o de cualquiera de los otros partidos, cómplices de
las circunstancias que llevaron a la masacre de Iguala, hubiera podido siquiera
pensar en sentarse en la silla del gobernador. Rogelio lo hace, no sólo por su
alta calidad como académico de la ciencia política, sino además, porque está
limpio, es un hombre de trayectoria de lucha y no es ni ha sido de ningún
partido político. Es, por esa razón, un gobernador ciudadano.
Un año es un lapso muy pequeño, aún para pensar tan sólo en
la gobernabilidad que se ha perdido en Guerrero. Rogelio Ortega tendrá que
caminar a paso veloz en la reconstitución del gobierno para amarrar las manos
de los aguirristas corruptos, pero además, y sobre todo, muy rápido, en los
puentes con el movimiento social que tiene en vilo al estado. Empresa nada
fácil, porque este movimiento, no era, no es, en contra de un gobernador, por
lo tanto, no se resuelve poniendo a otro gobernador, aunque siendo Rogelio el
interino, es, al menos, un pequeño paso a la concordia.
Ya con nuevo gobernador, el movimiento no cejará, mientras
no aparezcan los estudiantes desaparecidos y, si aparecen muertos, incrementará
su potencial. Eso es lo primero que tiene que atender el nuevo gobernador:
tender los puentes y relanzar una comunicación política eficaz, que le permita
llegar a todos los sectores con el mensaje necesario en el momento adecuado.
No se trata sólo de decir, ahora hay que buscarlos, platicar
con ellos y decirles que regresen a las aulas, no. Se trata de darles
respuestas concretas y eso, aún está lejos de las posibilidades del nuevo
gobernador.
En un segundo plano, ofrecer seguridad a todas las regiones
del estado, explicar el surgimiento de fosas, señaladamente en Iguala, pero
que, intuimos, están por todo el estado, en particular en Acapulco, en Tierra
Caliente y en La Montaña.
La seguridad con la policía estatal será insuficiente,
tendrá que acudir a la gendarmería y con seguridad el presidente de la
República, Enrique Peña Nieto no dudará en reforzar su presencia, pues sabe que
también está en juego su propio cuello, una vez que el movimiento ya no es de
Guerrero, sino de buena parte de México y de la juventud del mundo.
Esperamos lo mejor para Guerrero y por eso le deseamos lo
mejor al gobernador interino Rogelio Ortega. Y desde esta trinchera, aunque
parezca contradicción, ofrecemos nuestra solidaridad tanto al movimiento, como
al gobierno estatal, para llegar pronto a un camino de concordia… ese difícil
como añorado sueño de los guerrerenses.
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