Ene/19/2015.
BAJO FUEGO
José Antonio
Rivera Rosales
Más de cuatro millones de personas marcharon
en París contra el terrorismo que segó de 17 personas durante y después del
ataque del fundamentalismo islámico contra la revista satírica Charlie Hebdo.
Tras la marcha, a la que asistieron
numerosos liderazgos políticos y sociales de Europa, la capital francesa fue
declarada como “capital de la libertad”, una suerte de desagravio por el
bestial ataque lanzado por una célula terrorista ligada a Al Qaeda.
El ataque contra la revista francesa, en el
que cayeron varios de los moneros más famosos de ese país, parece configurar
una tendencia en el mundo que ha elegido como blanco a la prensa de todo el
mundo, especialmente a los periodistas críticos.
Es verdad que Charlie Hebdo es una
publicación de suyo irreverente y satírica hasta el extremo -un ejemplo es la
edición 1099, en el que el título “El Corán es una mierda” fungía como soporte
linguístico de una caricatura en el que un musulmán moría acribillado por balas
que traspasaban el libro sagrado del Islam-.
Sin embargo, el humor corrosivo de la
revista se expresaba también contra los poderosos de Francia y figuras prominentes
de otras religiones y era naturalmente aceptado por la comunidad gala.
Tras el ataque, la estructura antiterrorista
de Francia entró en acción y al final del mismo día del atentado ya habían
localizado a los agresores, quienes se atrincheraron para resistir hasta morir,
rehenes incluidos, lo que ocurrió unas horas más tarde.
Recalco: el mismo día en que sucedió el
atentado, la unidad antiterrorista de los franceses localizó y neutralizó a los
agresores que, fieles a la radical doctrina que profesan -el terrorismo, no el
Islam, que jamás predica la violencia en el nombre de Dios-, murieron en el
cumplimiento de lo que creen es su deber. Ya muertos, tanto el Estado Islámico
como Al Qaeda les dieron trato de héroes y santos “por haber vengado al profeta
Mahoma”.
De manera colateral, el atentado generó una
cauda de agresiones de la derecha radical en contra de mezquitas y otros templos
religiosos, lo que demostró a ciencia cierta cuán peligroso es el
fundamentalismo sea de la religión que fuere.
Por desgracia desde los primeros días del
año las cosas pintaron mal para el ejercicio de la libertad de expresión, dado
que en Veracruz, México -otra vez Veracruz- el periodista Moisés Sánchez Cerezo
fue secuestrado por desconocidos sin que a la fecha nadie ofrezca datos sobre
su paradero.
El principal sospechoso del atentado es el
alcalde panista de Medellín de Bravo, Omar Cruz Reyes, quien días antes había
amenazado al periodista. Pero hasta el momento, nada se sabe del estado de las
investigaciones para dar con el paradero del reportero…si es que de verdad hay
investigaciones.
Aunque al munícipe lo protege el fuero, lo
cierto es que las autoridades federales debieran actuar con mayor energía para
encontrar a Sánchez Cerezo, quien viene a recordarnos -con un cubetazo de agua fría después de las
fiestas decembrinas- cuan cerca estamos del riesgo de muerte más que de las
bondades de la vida quienes ejercemos la profesión de informar a la comunidad.
Para darle más penas al alma, el paisaje se
ensombreció más con el fallecimiento de don Julio Scherer García, nuestro
quijote mexicano. Cuanta falta nos hace don Julio, siempre omnipresente a pesar
de las ausencias.
Con estos episodios que dieron pinceladas
trágicas a la libertad de expresión en México y el mundo, es que arrancó este
2015 que promete ser un preludio de un año negro para los mexicanos, tanto por
los ataques contra la libertad de expresión como por la protesta social en
crecimiento que, con razón o sin ella, cada vez escala otros niveles que han
generado un creciente rechazo entre la población.
En Francia, decíamos, las autoridades galas
localizaron y neutralizaron a los terroristas en un día y medio.
En México llevamos más de tres meses, con
casi un centenar de detenidos por la autoridad federal, sin que hasta la fecha
se conozca con certeza dónde están los muchachos perdidos de Ayotzinapa.
Justicia a la mexicana, pues.
Eso sí, el gobierno de Enrique Peña Nieto
está listo para entregar nuestras riquezas a las transnacionales al precio que
tenga que pagarse, aún si corre mucha sangre mexicana por tamaña conducta.
Ni hablar, estamos en México, no en Francia.
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