TRASFONDO
Julio Zenón Flores
Si partimos de que un 62 por ciento de la población define
su voto en función del candidato, estamos hablando de que las estructuras
partidistas tienen apenas un manejo del 15 por ciento de los votantes, en tanto
que el resto, oscila entre si le convence o no tanto el partido como el
candidato.
En términos prácticos, esto quiere decir que cada vez son
más importantes tanto el tipo de personaje elegido para abanderar a los
partidos en busca de los puestos de representación popular y las campañas de
posicionamiento de los candidatos, en tanto que lo que se denomina el voto
duro, es decir cantidades más o menos fijas de los que se son militantes o
simpatizantes del partido y que votan invariablemente por ese logotipo, sin
importar a quien pongan de abanderado, se ve relegado a un segundo plano.
Ese voto duro es el que los partidos tienen que amarrar
primero, es decir, si hubo elecciones internas o conflictos a partir de que en
cada partido hay más de una corriente de pensamiento, se tiene que aplicar lo
que lo viejos operadores del sistema llaman “operación cicatriz”. Es decir,
garantizar que se una estructura, mediante la curación de las heridas.
En el caso concreto, tanto al estructura del PRI como la del
PRD están lastimadas y requiere de una gran operación “cicatriz” pues de otro
modo ese voto duro se disminuye y puede ser el que haga falta para triunfar en
una elección competida, como la que se avecina en nuestra entidad.
El PRI tiene al menos cuatro corrientes en su interior y
solo dos se unieron en torno al actual candidato, lo que le hace un candidato
débil. El equipo de Héctor Astudillo está obligado a hacer grandes esfuerzos
por atraer, convencer a los equipos y simpatizantes de los Figueroa y de Mario
Moreno. El asunto no es fácil pues, al menos en el caso de los Figueroa tienen
mucho dinero y poder a nivel nacional, por lo que para atraerlos será necesario
ofrecer algo grande, que se respete, por ejemplo la alcaldía de Acapulco y al menos
un 30 por ciento de diputados federales y locales. Pero ceder tanto pone en
riesgo al equipo astudillista de hacerlo vulnerable, por el ominoso pasado de
quienes llevan ese apellido de abolengo. De no hacerlo, el figueroismo puede
inclinar la balanza hacia el PRD, como ya lo hizo en la elección anterior,
donde también Astudillo fue candidato.
En el PRD, el asunto es convencer, de entrada a IPG, que
tiene una estructura importante, aunque su poder económico se desplomó con la
detención de los Aguirre-Hughes. Con ellos hay que andarse con pies de plomo
pues igual que con Figueroa, ahora el apellido Aguirre, factótum de IPG, es
como el beso del diablo.
Negociar con ellos implica ayudar a algunos de sus cuadros
más representativos, pero a ninguno de los que fueron del primer círculo de
Aguirre, Hughes y Salgado, pues el respaldo conseguido se puede volver un
lastre para la candidata Beatriz Mojica.
En segundo lugar tienen que conseguir el respaldo de MC, que
aunque están muy desprestigiados por el desastroso papel del alcalde de
Acapulco, Luis Walton, tienen una estructura en una decena de municipios que
puede ayudar a consolidar una posible ventaja frente al PRI. El asunto tampoco
es fácil. El líder de ese partido quiere ser candidato a toda costa y no tiene
mucho que perder, por lo cual está dispuesto a ir solo y hacer perder a la
izquierda, antes que ceder, y menos ante una mujer. La negociación de Acapulco
está descartada pues ni MC ni IPG tienen un cuadro posicionado y Evodio
Velázquez, que ha hecho una campaña contra viento y marea, no permitiría,
puesto que, además, ya cedió en la elección anterior.
Esto pinta una elección en la que es posible que vayan PRD y
PT unidos, pero que vean mermado su voto por Morena y MC, aunque el PRI también
verá disminuido su caudal por quienes se vayan por el PP o PH.
En este caso aplicaría una fórmula que valdría la pena
probar. Seguro funcionará. Luego se las digo.LA CHICA RALEIGH, la mejor novela de los últimos tiempos, de un autor acapulqueño. ADQUIERELA YA en puestos de revistas o pídela a zenon71@hotmail.com
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