TRASFONDO
Julio Zenón Flores
Hoy inicia una nueva era en Guerrero, el regreso del PRI al
poder estatal, tras una década de gobiernos de izquierda, diría Arturo Martínez
Nateras, aquel viejo comunista que se asentó en la sierra de Atoyac donde se
puso a industrializar café y abrió, además, una puerta a encuentros culturales
en esa paradisiaca zona (Por cierto estupendamente descrita por Carlos
Montemayor en Guerra en el paraíso), hoy termina una década de gobierno del PRD
en Guerrero, terminó “un ciclo de esperanza, de ilusiones de cambio, de anhelos
y luchas dilapidados por la ausencia de principios, el abandono de los ideales
de la izquierda y sobre todo del componente ético”.
Siguiendo esa línea de pensamiento, yo diría que tras diez
años la izquierda, envuelta en una salvaje vorágine de lucha por el poder con
intereses puramente personales, terminó por derrotarse a sí misma.
No de otra manera puede interpretarse esa significativa
derrota de una mujer que luchó con todo y terminó al final con un dejo de
amargura al sentirse abandonada, Beatriz Mojica Morga, ante Héctor Astudillo
Flores, hombre que no encaja en ninguno de los grupos tradicionales del PRI, ni
entre los caciques, ni en esa corriente nacional que se alinea junto al
presidente nacional del tricolor, de la mano con Manuel Añorve, ni en el grupo,
que agarra su segundo aire, del moreno senador de la República oriundo de La
Laja, en Acapulco, René Juárez Cisneros, y que si acaso puede ser ubicado en un
renovado e incierto ruizmassieuismo, precisamente junto al ex panista y
diplomático Florencio Salazar Adame. A ambos lo une cierta fuerza ética, la no
participación en grandes grupos de poder, y su halo dialoguista y principista.
De los pocos cuadros que quedan con esas virtudes. Ética y principios.
Ayer terminó y terminó mal, la década de la izquierda en el
poder del estado de Guerrero. No aprendieron política, no aprendieron a
gobernar y ahora sólo les queda echar toda la carne al asador, en Acapulco, con
el joven alcalde Evodio Velázquez, a la cabeza, para no hundirse
definitivamente.
Así, tras 10 años de no dar resultados y de no formar
cuadros, el destartalado PRD, el PMC y el PT, o lo que queda de ellos, tendrán
que hacer sus apuestas en torno a Velázquez Aguirre.
Mientras tanto, como ya se dijo, el PRI regresa, tras diez
años de oposición (por cierto nunca aprendió a ser oposición), pero para
hacerlo debió hacer a un lado a los viejos cacicazgos y lo hace con una buena
carta, quizás su mejor carta, ante una sociedad cansada de apostar y perder la
esperanza. Sólo tiene seis años para reivindicarse y posicionarse, ante una
izquierda que quizás termine de ajustar sus cuentas, se lama las heridas y
busque regresar en el 2021.
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