EL TRASFONDO DE...
Por Staff de Trasfondo
Mientras los políticos de diferentes partidos tratan de
ponerse de acuerdo en si debe o no existir una policía única estatal, lo que no
significa otra cosa que la desaparición de las policías municipales, en algunas
entidades, como en el caso concreto del estado de Guerrero, la realidad ya los
ha rebasado. Las policías municipales ya han desaparecido, en los hechos,
excepto que sigue habiendo individuos armados que tienen el nombramiento como
tales, cobran como tales, se visten como tales y consumen recursos federales
como tales, cuando en la práctica ya no operan. Con la única honrosa excepción
de la policía turística de Acapulco, que sí existe y sí se justifica, veamos
por qué.
No hace mucho leímos que en Chilpancingo un hombre fue
detenido por la policía federal, por enseñar sus genitales afuera de una
escuela secundaria. Eso antes se llamaba faltas a la moral y era la policía
municipal la que hacía la aprehensión, ahora resulta que esa falta antes
administrativa, se ha convertido en un delito federal, a cargo de la policía
federal.
En Acapulco, mientras tanto, el pasado viernes por la noche,
ocurrió un pequeño choque por alcance entre dos autos particulares y quienes se
hicieron cargo del asunto, delimitaron el área, pusieron señales y dieron
vialidad, fueron soldados del Ejército mexicano. Antes, ese era trabajo de la
policía vial, perteneciente a la policía municipal. Ahora, un choque en la
costera es cuestión federal.
La semana pasada, dos días distintos llegaron a una escuela
primaria de Acapulco, oficiales de la Gendarmería a jugar un partidito con los
niños, a hacer una marcha con su banda de guerra y a darles una plática sobre
orden y civismo. No hace mucho, eso también era tarea de la policía municipal.
Ahora lo hace la Gendarmería nacional.
Son solo tres botones de muestra de que las policías
municipales de Guerrero han sido completamente rebasadas, con ley o sin ella,
con mando único o sin él, desde hace meses, partiendo, en el caso de Acapulco,
desde la administración municipal anterior que acuarteló a los uniformados
locales, les negó todo tipo de prestaciones y dejó la ciudad abandonada a su
suerte (bueno, no tanto así, en realidad, florecieron las empresas de seguridad
privada, una de ellas de un empresario que quiso ser alcalde y otra más de
reciente creación, del propio alcalde entonces en funciones. El busines es
primero, of course).
Se ha ido mentalizando a la gente, incluidos los niños de
las escuelas, que los soldados, marinos y policías federales son mejores que
los municipales, porque éstos últimos están coludidos con el crimen organizado
y con eso de que se ha sembrado la idea de que todo lo que pasa es culpa del
crimen organizado, entonces son los federales y si acaso los estatales quienes
pueden hacerse cargo de la situación, aunque en realidad eso resulte ser una
falacia y el crimen organizado se convierta cada vez más en un fantasma, al que
se adjudican incluso lonas o mantas con mensajes, muchas veces claramente
vinculadas a manos de políticos, con denuncias concretas hacia autoridades o
empresarios.
Así las cosas, da la impresión de que las policías
municipales son un adorno costoso, una reliquia de la antigüedad democrática,
pues no tienen ni la capacitación, ni el equipamiento, ni el marco legal, para
hacer frente al monstruo al que se hace responsable de todo: al crimen
organizado, por lo cual sólo resta adecuar la ley para desaparecerlos
formalmente y que los recursos que ahora se destinan esas corporaciones de
papel, sean destinados a una sola corporación estatal, que igual, sin embargo,
no se ha mostrado hasta ahora inmune a la tentación de pactar con el crimen
organizado, como tampoco ha convencido la policía federal o los mismos
soldados, a los cuales sospechosamente se les escapó el líder del cártel de los
rojos cuando lo tenían rodeado en Chilapa; en tanto que hay policías
ministeriales (estatales) señalados de estar relacionados con el crimen de una
mujer, entre otros delitos.
De tal manera que hay quienes creen que la famosa
certificación obligatoria de los policías municipales, es en realidad una forma
de deshacerse de ellos con un argumento aparentemente válido. Y digo
aparentemente válido, porque durante muchos años se ha sabido del consumo de
estupefacientes entre las tropas y en la propia Marina y nunca ha sido ese un
argumento para desconfiar de su desempeño y ahora, en cambio, si es suficiente
para descalificar a un policía municipal.
Pero eso sí, cada vez que las cosas se salen de control,
como acaba de ocurrir en Tierra Caliente, funcionarios estatales y federales
del más alto nivel salen a culpar a los alcaldes, diciendo que son ellos
quienes no cumplen con su labor preventiva, cuando todo mundo sabe que aunque
quisieran no podrían. O ¿acaso alguien cree que la policía municipal de
Totolapan, por ejemplo, frenar al Tequilero o al Pez? O, más aún, que La Barbie
o Beltrán o el Señor de los Cielos, que disputan Acapulco ¿podrían ser frenados
por la policía municipal de esta ciudad? Es claro que no y que cuando culpan a
los alcaldes no es más que para afectarlos políticamente, no porque realmente
les preocupe recuperar el orden o la paz.
Ah, y cuando salen a buscar capacitación, acuerdos,
ejemplos, en ciudades latinomaericanas que han salido exitosamente del problema (y salir no quiere decir que la
violencia desaparece totalmente), como las ciudades visitadas recientemente por
el primer edil de Acapulco, Evodio Velázquez Aguirre, las altas esferas de
gobierno les azuzan a la jauría; se les acusa de haber ido a pasear, de no
atender los problemas de su ciudad, dando la impresión de que en realidad se
sienten preocupados, en vez de estar contentos, porque un alcalde busque una
solución de fondo a un problema de fondo que la experiencia local no ha podido
erradicar.
Lo que haría falta, y no se hace, es certificar también a la
clase política que nos gobierna, pues ya son muchos los señalados de tener
nexos claros o no tanto, con los grupos criminales y no solo de uno de los
poderes.
¿O no?
xxx
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