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Ébano (La visita de 4 embajadores de países de mayoría negra, desairada la semana pasada)

BAJO FUEGO




José Antonio Rivera Rosales

Pese al desinterés e indolencia del gobierno de Guerrero, de manera paulatina avanza un proceso multifactorial de rescate de memoria de la diáspora negra.
Usualmente el término diáspora se aplicó al pueblo judío que emigró de Jerusalem después de la matanza con la que el Imperio Romano saldó el levantamiento armado de los hebreos, masacre que exterminó a unas 30 mil personas, entre hombres, mujeres y niños.
Más recientemente, analistas internacionales comenzaron a aplicar el término para reconocer la emigración forzada de individuos de raza negra que fueron obligados a vivir en esclavitud en diferentes países de Europa, proceso que finalmente se trasladó a América para apuntalar la naciente economía de la llamada Nueva España.
Habría que observar que la importación masiva de esclavos negros ocurrió sólo después de que la población amerindia fue casi exterminada, tanto por los crueles tratos de los españoles como por las enfermedades importadas del exterior.
Muchos años después de la infame historia de esclavitud, en fechas recientes historiadores han comenzado a rescatar las versiones que relatan las diferentes procedencias de las masas humanas de raza negra obligadas a vivir en esclavitud en territorio americano.
Este proceso de rescate de la memoria, que ha venido tomando forma en los últimos 20 años en Guerrero, se yergue como un sonoro reclamo de una amplia masa de población negra que, como los pueblos indios en los últimos 500 años, demanda el reconocimiento como la tercera raíz del México contemporáneo.
Esa población de raza negra, sobreviviente de muchos años de esclavitud, alcanza la cifra de 1.4 millones de afrodescendientes en México, cuyos principales asentamientos se ubican en Guerrero, Oaxaca y Veracruz, pero también en regiones como el Estado de México, Morelos y Baja California, aunque con volúmenes más reducidos, de acuerdo con datos de la Encuesta Intercensal 2015 aplicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
El rescate de la memoria de la diáspora negra es impulsada oficialmente desde gobiernos africanos que consideran importante el reconocimiento de comunidades negras en diferentes regiones del mundo, pero particularmente en América.
En este proceso de integración histórica juega un papel decisivo el gobierno de la Sudáfrica de Nelson Mandela, Madiba, que de esta manera extiende su legado al rescate de la negritud en América, toda vez que las comunidades de raza negra fueron arrancadas violentamente de muy diferentes países de África, pero especialmente de los países costeros.
El papel protagónico de este proceso histórico ha recaído en el embajador plenipotenciario de Sudáfrica en México y Centroamérica, Sandile Nogxina, quien desde al menos hace cinco años ha visitado la Costa Chica del Estado de Guerrero para explicar a los pueblos negros su sentido de pertenencia en términos de origen, tanto como su futuro en su esencia como negritud variada y multicultural.
Pero estos esfuerzos del cuerpo diplomático sudafricano parecen no importar mucho al gobierno de Héctor Astudillo que el pasado 21 de julio, durante la ceremonia inaugural del Museo Afromexicano Petra Morga, ignoró olímpicamente la visita de cuatro embajadores -Sudáfrica, Argelia, Belice y Jamaica-, que acompañados por representantes especiales de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), engalanaron el evento.
Como representante del gobierno de Guerrero a dicha ceremonia asistió Benigno Gallardo, subsecretario para la Organización y el Desarrollo del Pueblo Afromexicano de la Secretaría de Asuntos Indígenas.
Sin demérito del esfuerzo de ese funcionario, el evento debió merecer la atención personal del gobernador Astudillo o, al menos, del secretario de Gobierno, Florencio Salazar Adame.
Pero no, ningún funcionario de primer nivel asistió, en parte porque una de las promotoras del museo era nada menos que la secretaria general del CEN del PRD, Beatriz Mojica Morga, quien por cierto ha cuestionado un día sí y otro también el desempeño del mandatario. De este modo, las diferencias partidistas contaminaron un evento de alcances históricos que ameritó la presencia de un cuerpo diplomático.
Porque eso es lo que está en juego: el rescate de la memoria histórica de la diáspora negra, tema que -como el de los pueblos originarios en su momento- merece la mayor atención en lo particular porque se trata del reconocimiento legal de los pueblos negros de Guerrero, lo que implica el reconocimiento de sus derechos políticos, económicos y sociales.
Según los resultados de la Encuesta Intercensal 2015, en Guerrero habitan 229 mil personas de raza negra, lo que constituye el 6.5 por ciento de la población total del estado. Comenzar a reconocer su presencia, su aportación a la historia, sus necesidades y sus derechos políticos y sociales, es una urgente obligación del Estado Mexicano.
El muestreo demográfico de 2015 es apenas el reconocimiento de que existe un gran pueblo negro en Guerrero, con el que se tiene una deuda histórica de atención así como asignación de políticas públicas específicas, tal como se ha hecho con los pueblos indios.
Esta empresa debiera contar con un espacio en la agenda gubernamental federal y estatal, como uno de los pendientes históricos que deben ser atendidos sin excusa ni pretexto alguno. Se lo debemos a las comunidades negras. Claro que se lo debemos.

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