Julio Zenon Flores
México atraviesa una etapa crítica en su vida democrática, marcada por una creciente desconfianza hacia las instituciones, particularmente el Poder Judicial. La percepción de corrupción, lentitud y desconexión con las demandas sociales ha minado su legitimidad ante la ciudadanía. Frente a este panorama, surge una propuesta audaz y necesaria: abrir la puerta a jóvenes recién egresados para ocupar cargos dentro del Poder Judicial. Esta medida no solo representa una apuesta por la renovación generacional, sino también por una justicia más transparente, innovadora y comprometida con el cambio.
En primer lugar, los jóvenes egresados traen consigo una formación académica actualizada, basada en los avances más recientes del derecho, los derechos humanos y las nuevas tecnologías jurídicas. A diferencia de generaciones anteriores que fueron educadas bajo marcos legales más conservadores o autoritarios, los nuevos profesionales están empapados de una cultura democrática y de justicia social. Esta visión fresca es fundamental para reinterpretar las leyes con una perspectiva más humana y moderna, acorde con las exigencias del siglo XXI.
Además, los jóvenes representan una oportunidad para combatir la corrupción estructural que ha afectado históricamente al Poder Judicial. Al no estar vinculados a redes clientelares ni a prácticas arraigadas, su independencia puede traducirse en una mayor imparcialidad y ética profesional. Inyectar sangre nueva al sistema es clave para romper inercias y evitar que las mismas estructuras de poder continúen reproduciendo sus vicios.
Por otro lado, no se puede subestimar la energía, creatividad y compromiso con el cambio que caracteriza a las nuevas generaciones. Estos jóvenes no sólo tienen el conocimiento, sino también el ímpetu por transformar su realidad. Están mejor preparados para usar herramientas digitales, implementar nuevas metodologías de trabajo y fomentar la participación ciudadana desde el ámbito judicial. Esto puede traducirse en procesos más ágiles, transparentes y cercanos a la población.
Algunos podrían argumentar que la falta de experiencia es una desventaja, pero en un sistema donde la experiencia muchas veces ha servido para consolidar privilegios y prácticas opacas, la juventud puede ser precisamente el factor disruptivo que el país necesita. Además, esta falta de experiencia puede ser compensada mediante capacitación continua, supervisión ética y el acompañamiento institucional adecuado.
En conclusión, permitir que jóvenes recién egresados ingresen y sean votados para ocupar cargos en el Poder Judicial es una apuesta por el futuro de México. Es un acto de confianza en la nueva generación, pero también una medida urgente para renovar una institución que requiere transformarse profundamente. Apostar por los jóvenes no es un riesgo, sino una inversión en una justicia más moderna, ética y verdaderamente al servicio del pueblo.
Lo otro, es dejar que el Poder Judicial siga igual de corrupto e ineficiente, pero con nuevos personajes, afines al partido en el poder, es decir, una elección para cambiar a los hombres y para que nada cambie.
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