¿Ebrard o López Obrador?

La pregunta se sigue haciendo todos los días, a pesar de que la mayoría de políticos, analistas y hasta militantes afirman, sin dudarlo, que Andrés Manuel López Obrador será el candidato único de la izquierda para las elecciones presidenciales de 2012. Si ya todo está decidido, ¿de qué le sirve a Marcelo Ebrard mantener abierta la posibilidad de competir por su candidatura? La decisión podría ser parte de una estrategia política. Una lectura de las encuestas publicadas este año lo deja claro: Ninguno de los dos tiene hoy posibilidades reales de ganar la elección del próximo año. Y lo que es peor: sus acciones, hasta ahora, no mueven los números. Al parecer, ambos necesitan noticias de mayor impacto para aparecer en los medios. Si sus actividades cotidianas no lo logran, tienen que recurrir a otras opciones. Pero el “conflicto” entre ellos tampoco les está funcionando. Su enfrentamiento es similar a la pelea de box que tuvieron en el primer round Pepe el Toro y Lalo Gallardo, en la última cinta de la trilogía de Nosotros los Pobres. ¿La recuerdan? Eran dos entrañables amigos. “¡Dame pelea!, pide Lalo Gallardo. “¡Te la estoy dando!, responde Pepe el Toro. El réferi reclama: “¡Qué pasó, Pepe: Si no pelean, los bajo!” El narrador remata: “Ojalá y calienten esta pelea, que está más fría que el hielo” Hasta ahora, ambos han dicho que sí quieren la candidatura presidencial de la izquierda. Los dos aseguran que respetarán las reglas básicas que acordaron: Habrá debates, consulta y ganará el mejor posicionado. López Obrador ha dicho que si pierde, aceptará el resultado. Aunque pocos lo creen, Ebrard afirma que sí confía en su “contrincante” y en lo que ha dicho. Reitera que es un hombre de palabra. Pero en los hechos, su conflicto sigue más frío que el hielo. Ninguno ha estado dispuesto a ir más allá para romper el aletargamiento en que se han metido. ¿Esa es la estrategia? ¿Deveras creen que les funcionará? En el actual contexto político, un enfrentamiento así parece que no les está redituando nada, menos cuando el adversario es tan poderoso como Boby Galeana. Siguen actuando como si no pasara nada. López Obrador creó el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que el domingo pasado se fusionó en los hechos con el Movimiento Ciudadano. Convergencia desaparece y López Obrador ya tiene su partido. Ebrard presentó el mismo día otro movimiento, denominado Demócratas de Izquierda, con el que busca también el apoyo ciudadano. Ninguno de los dos eventos fue noticia relevante. La información se desdibujó no sólo por el poco interés que despertaron, sino por la falta de contundencia en el mensaje contra el verdadero adversario. ¿Qué pretenden lograr con su estrategia? Difícil saberlo, pero mientras López Obrador privilegia en su comunicación un discurso casi religioso, Ebrard destaca su nueva relación de pareja. La nota rosa tiene amplia cobertura, pero no produce votos. Si éstos son algunos ejes de su estrategia, resulta imperativo que la revisen una vez más porque no está a la altura de los desafíos que hoy tiene la izquierda. Lo que necesitan es una estrategia para un escenario de crisis. Primero, porque el Distrito Federal se percibe descuidado en lo político, en lo económico y en lo social. La convivencia en la ciudad es cada día más difícil. El PRI sabe que tiene una oportunidad y la está aprovechando. Y segundo, porque el proceso para elegir al candidato del PRD a la Jefatura de Gobierno también parece estar fuera de control e incrementando las divisiones. Las encuestas les muestran desde hace tiempo datos preocupantes. Como si no pasara nada delicado, todos los días aparecen más precandidatos perredistas en los espectaculares. Todos parecen resultado de un Manual de Campañas Exitosas. Se les ve sonrientes, con slogans insustanciales, mirando hacia el futuro. Hasta parece que se olvidaron de hacer política, de trabajar para consolidar estructuras, de cumplir con sus obligaciones actuales como gobernantes. En la enorme lista están Mario Delgado, Alejandra Barrales, Martí Batres, Carlos Navarrete, Miguel Ángel Mancera, Agustín Guerrero, Alejandro Rojas. Más los que se acumulen esta semana. Ante tal desorden, cabe la pregunta: ¿Cuál fue el diagnóstico del que partieron para operar el proceso de esta manera? Actúan como si su adversario principal estuviera adentro. Si quieren mantener en el poder a la izquierda en el D.F. o competir en serio por la Presidencia les urge un cambio de estrategia. Por lo tanto, el dilema no está en la pregunta de quién es el mejor. Sería tanto como tratar de averiguar a quién preferimos entre Pedro Infante y Jorge Negrete, o entre Alejandro Fernández y Pepe Aguilar. Hoy, un dilema así resulta ser una pérdida de tiempo. Llegó la hora de que sean más audaces y creativos. López Obrador y Ebrard tienen que revisar una vez más su diagnóstico y su estrategia. ¿Estarán dispuestos a hacer el ajuste que necesitan? Si la decisión es que va a ser Andrés Manuel López Obrador, lo mejor sería trabajar por la unidad de la izquierda a la mayor brevedad. Pero esa parece ser una misión imposible. Como imposible parece ser que Marcelo Ebrard termine derrotando a López Obrador, sobre todo si se va a mantener en la ruta por la que ha transitado hasta ahora. Si es así, ¿aceptamos la hipótesis de algunos analistas de que ya se dio por vencido? Preguntas y comentarios a sosaplata@live.comEsta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla Twitter @sosaplata ------------------------------------------ PARTICIPA EN www.trasfondoinformativo.blogspot.com ESTAMOS COMPROMETIDOS CON LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN. 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