La
elección de este 2012 no salió como Enrique Peña Nieto había soñado. Si
las cosas hubieran sido perfectas, como él esperaba, el PRI no tendría
ya a su próximo candidato a la Presidencia de México para 2018 y no
dependería de este hombre para hacer realidad sus promesas de campaña.
En
el mundo ideal que imaginaba el virtual presidente electo, el partido
tricolor regresaba tras 12 años de ausencia a Los Pinos con él al frente
como un redentor con poder absoluto para hacer cambios de acuerdo a su
esquema de gobierno. Sólo bastaría que lo dijera para que ipso facto, como en los viejos tiempos, las cosas se hicieran realidad.
Pero
los hechos fueron muy distintos después de la elección del pasado
julio. Nada de lo que proponga en materia de reformas políticas y
económicas podrá tomar forma por el simple hecho de que los votantes le
pusieron un dique a su gestión, negándole una mayoría absoluta en la
Cámara de Diputados que lo obligará a una continua negociación con las
demás fuerzas parlamentarias.
Bajo ese panorama, el elegido como
operador de esa tarea, que podría determinar el éxito o el fracaso del
próximo gobierno, no fue alguien identificado con su círculo más
cercano, sino nada más y nada menos que la persona que decidió dar un
paso atrás para que Peña Nieto fuera seleccionado como candidato único
del PRI para las elecciones. Ese hombre es Manlio Fabio Beltrones.
Don Beltrone
no niega, ni antes ni ahora, sus aspiraciones para convertirse en
Primer Mandatario de este país, y fue precisamente el año pasado cuando
se ungió como un fuerte contendiente por lo menos para hacerle ruido a
EPN al interior de su partido. No obstante, al igual que lo hiciera
Marcelo Ebrard con el bloque de izquierda, proyectó sus posibilidades y
las trasladó a un futuro no muy lejano, guardando e incluso
incrementando su capital político al situarse como un promotor de la
unidad partidista.
Si el escenario fuera diferente, es decir, que
el PRI hubiera tenido el carro completo que avizoraba, quizás a estas
alturas Beltrones ya estaría preparando maletas para integrarse al
cuerpo diplomático, aislado (por no decir exiliado) a alguna embajada
para que Peña Nieto no sintiera los pasos de quien se hubiera convertido
en un peligro para el designio de su posible sucesor y en líder de un
grupo interno que cuestionara sus decisiones.
Ahora Manlio Fabio
Beltrones ha sido designado como próximo coordinador de la bancada del
PRI en la Cámara de Diputados, lo que lo sitúa como el priista con más
poder en el país después de Peña Nieto (quizás hasta más que él), con
capacidad de maniobra para hacer posibles muchos de los proyectos que
trae en la bolsa, incluida su candidatura para 2018.
Tras una
análisis de la cúpula empresarial, se determinó que la única manera en
que el Peña Nieto podrá cumplir sus promesas de campaña es con millones y
más millones de pesos que bajo el actual régimen fiscal y la vigente
política económica no son posibles. Beltrones no la tiene tan complicada
para llevarlas a cabo, pues si suma a los diputados del Verde
Ecologista y Nueva Alianza, alcanzaría la suma de 251 curules,
suficientes para dar paso a sus reformas. No obstante, él mismo ha
mencionado que su intención es lograr un consenso más amplio que incluya
a las fracciones del PAN y el PRD, lo cual tampoco parece imposible, al
menos con la primera.
Si se tuviera que elegir a un ganador de
todo el proceso electoral, ya sin la euforia del primer momento y en
términos prácticos, ese sin duda es Manlio Fabio Beltrones, quien
incluso sirvió de bisagra para algunos acuerdos con el actual gobierno
de Felipe Calderón y que va viento en popa hacia un destino muy bien
definido. Por lo menos por él mismo.
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