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¿Dónde estás cuando alguien necesita ayuda?



Por JULIO ZENON FLORES
Se me enchinó la piel. En ese sendero del parque, un hombre robusto de unos 30 años caminaba cabizbajo sin llamar la atención. Al pasar junto a mí, me llamó por mi nombre y voltear a verlo, noté en sus ojos un par de lágrimas que se resistían salir. No es normal que uno encuentre en las mañanas a un hombre llorando, mientras uno camina por el parque Papagayo. Había caminado unos pasos, cuando me peguntó por Enfoque Informativo, mi sitio de trabajo; muy bien gracias a Dios, le dije. Y usted? Pregunté por cortesía. El hombre pareció agarrar valor y dijo –lo ví anoche en su programa de Trasfondo- y luego ya no pudo seguir hablando. Se le atragantaron las palabras y balbuceó:
-Yo vengo de ahí. Me señaló unas oficinas que ubican al interior del Parque. Las conozco bien. Dos horas estuve esperando a un funcionario para notificar la muerte de mi madre. Murió hoy a las 8 de la mañana.
-Lo siento- le interrumpí. Mi pésame para usted. El continuó hablando.
-…Pero nunca llegó. Están todos los empleados, pero él que yo esperaba no llegó. Miré mi reloj. Eran las 11 de la mañana. No sabía que se notifica la muerte de las personas que reciben apoyo de Sedesol estatal y que les ayudan para gastos funerarios. Son gente muy humilde que apenas come con esos raquíticos recursos mensuales. De modo que tener a su madre tendida y sin un peso, aumenta la tragedia…
Su llanto se hizo más evidente. Me da mucha pena, me dijo. No tienes porqué, le dije, y lo abracé. Era más alto que yo, pero recargó su cabeza en mi hombro y gimió. Yo quedé cargo de mi hermano menor. Y no sé que voy a hacer. Agregó. Ahorita no tengo ni para unas flores. Ayer estuve horas en el Ayuntamiento esperando aun regidor (de MC, me dijo el nombre, que no repetiré aquí no vale la pena), que nunca llegó (claro, era jueves de pozole y mezcal) y sus asistentes, aunque les explique que mi madre estaba grave, no me ayudaron.
Saqué mi cartera, traía poco dinero, pero le dije. Compra unas flores para tu mamá. El lloró más y me dijo.
-A veces uno recibe más ayuda de la gente como uno, que de los políticos que le prometen todo.
-Así es, le dije, nosotros, los ciudadanos, sólo nos tenemos a nosotros mismos.
Le palmee la espalda. Le apreté el brazo. Ánimo y resignación, amigo. Le dije y mientras me despedía le pedí su nombre…
-Juan Carlos (nombre ficticio) me dijo mientras él seguía su camino, cabizbajo, por el mismo sendero por donde yo caminaba, pero en sentido contrario.
-Yo llevaba la piel chinita, de que un desconocido me abordará para hacerme una denuncia, pero también para compartirme su dolor.
Sentí ganas de correr. Sí, me dije, qué solos estamos…
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