Rogelio Ortega mueve ficha: la primera jugada rumbo a 2027

Opinión/ Trasfondo Informativo 

Por Julio Zenon Flores 

En la silenciosa antesala de la contienda por la gubernatura de Guerrero en 2027, cuando la mayoría prefiere mantenerse en el confort de las insinuaciones y los guiños encriptados, Rogelio Ortega Martínez ha hecho lo que pocos: hablar claro. En un escenario político donde el ruido suele suplir a las definiciones, el exgobernador interino ha decidido mover la primera pieza en un tablero donde abundan los aspirantes, pero escasean los valientes.

El desayuno-charla de este sábado, con más de 200 asistentes, fue más que una reunión nostálgica. Fue el banderazo de salida para un perfil que, si bien no figura entre los más mediáticos de la baraja morenista, sí carga con una legitimidad distinta: la de haber gobernado Guerrero en uno de sus momentos más oscuros, tras la tragedia de Ayotzinapa. Ortega, académico y exguerrillero, no es producto de las redes sociales ni del oportunismo electoral; su figura representa una apuesta por la profundidad frente a la popularidad superficial.

Elíseo Moyado y Emilio Ulloa, dos cuadros con peso moral y trayectoria política, no solo lo respaldaron: trazaron una ruta crítica que pone el dedo en la llaga. Reconocieron, sin rodeos, que el modelo asistencialista heredado del lopezobradorismo no es suficiente. "Es ayuda, no desarrollo", dijo Moyado. Y Ulloa, con experiencia en la estructura nacional de Morena, dejó claro que vendrán foros, debates, encuentros reales con los sectores que padecen la inseguridad, el desempleo y la parálisis económica de Guerrero.

La lectura estratégica es evidente. Mientras figuras como Félix Salgado Macedonio o Estela Damián calibran el viento electoral, Ortega construye una narrativa de madurez: la del hombre que ya enfrentó al monstruo y que, con todos sus bemoles, no retrocedió. Una narrativa que puede calar hondo entre sectores que, hartos de la frivolidad política, buscan algo más que promesas y TikToks.

No se trata de santificarlo. Ortega arrastra también las críticas que inevitablemente surgen de su pasado como interino: la falta de contundencia ante el desmoronamiento institucional o la dificultad para mantener el control del estado. Pero hoy, en un contexto donde el crimen organizado se disfraza de alternativa económica y el presupuesto se consume en nómina, su discurso suena a diagnóstico sensato frente al autoengaño triunfalista.

En política, la anticipación no garantiza victoria, pero sí marca el ritmo. Ortega Martínez ha decidido no esperar. Al mover ficha primero, obliga a los otros jugadores a definirse. Y con ello, comienza de verdad la gran partida por el futuro de Guerrero.

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